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Era que el buen encajero no hacía más que preguntas y más preguntas, cual si antes fuese inquisidor que amigo, y no llevase más propósito que indagar la vida, conducta y pensamientos de su compañero de casa en San Ildefonso.

Abstraídos en sus pensamientos, ya no oían el estrépito de la juerga, la voz femenil que seguía entonando coplas. Fermín dijo de pronto el aperador. eres el único que lo puee arreglar todo. Por esto le había esperado a la salida del escritorio. Conocía su gran influencia sobre la familia. María de la Luz le respetaba más que a su padre, y se hacía lenguas de su sabiduría.

Asaltáronle pensamientos tristes, y sintió ganas de llorar. Apenas durmió aquella noche, y por la mañana hizo propósito de ir al hotel de Feliciana en cuanto saliera de clase. Hízolo como lo pensó, y aquel día pudo vencer un poco su timidez.

En un cofrecillo muy chico cabían los libros que poseía, siendo el de encuadernación más resentida por el continuo uso y el de hojas más manoseadas, los Santos Evangelios. Ni los Padres de la Iglesia ni los excelsos místicos le deleitaban tanto como aquellos sencillos versículos que ofrecen, a quien sabe leerlos, mundos de pensamientos encerrados en frases sobrias.

Tales son, querido tío, las preocupaciones y ocupaciones de mi padre en este pueblo, y las cosas tan extrañas para y tan ajenas a mis propósitos y pensamientos de que me habla con frecuencia, y sobre las cuales quiere que mi voto.

¡No seas bruto! ¡Si es inútil! respondió su camarada, adivinándole los pensamientos. No, si ya lo ; pero me están saltando los dedos.

Podía vivirse en paz con todos los errores, siempre que fuesen fruto de la razón, pues la razón no se considera infalible y está pronta á rectificarse. ¿Pero cómo existir tranquilamente, en mutuo respeto, con unos hombres que tomaban todos sus pensamientos como inspiraciones indiscutibles de la divinidad?

Al bajar la escalera, sus pensamientos tomaban otro giro. «¡Y qué guapa está!... Es un horror de guapa. Y siempre tan modosita... Parece que no rompe un plato. Cuando entré, por poco se desmaya. Y aquello no es fingido... ella será todo lo que se quiera; pero no hace papeles, no tiene talento para hacerlos.

Fuera ya de sus fincas y comprendiendo por el continente reflexivo del excusador de Peñascosa que su ánimo seguía embargado por pensamientos serios, D. Restituto quiso volver a la carga, aunque le pareciese sobradamente demostrado que todas las dudas de su compañero no eran más que bombas de jabón, las cuales deshace con un soplo cualquiera que haya saludado siquiera la Sagrada Teología.

Sentía la criminal tentación de coger algunos libros del «santo» y venderlos: de descolgar el Cristo ensangrentado y bajarlo al Rastro, para que sus primos lo comprasen. Tenía que hacer un gran esfuerzo para repeler estos pensamientos. El crucifijo sólo valía unos cuantos reales; los libros que el «santo» guardaba con tanta estima no servían, en su mayor parte, mas que de papel de envolver.