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Su alcoba no la vio nunca como la dejaron aquellos curiosos. No es para la mayor parte de los hombres una obra santa, y una copa de espíritu la hermosura; sino una manzana apetitosa. Si hubiera un lente que permitiese a las mujeres ver, tales como les pasean por el cráneo los pensamientos de los hombres, y lo que les anda en el corazón, los querrían mucho menos.

Y doña Manuela, viendo tales fachas, por una extraña relación de pensamientos, sujetó su bolso con las dos manos, como si alguien fuese a robarla. Después se tentó los bolsillos del gabán, y... ¡justo! ¡No eran falsas sus sospechas! Le habían robado el pañuelo.

Quede muy pocas veces el teatro Sin persona que hable, porque el vulgo En aquellas distancias se inquïeta Y gran rato la fábula se alarga; Comience, pues, y con lenguaje casto No gaste pensamientos ni conceptos En las cosas domésticas, que sólo Ha de imitar de dos ó tres la plática. Mas cuando la persona que introduce, Persüade, aconseja ó disüade, Allí ha de haber sentencias y conceptos.

Zapeado, pues, D. Valentín, Doña Blanca quedó sola en la alcoba, abismada, sin duda, en sus hondos y amargos pensamientos, y Clara y Lucía, casi al oído la una de la otra, hablaron así: ¿Qué ha dicho el médico, Clara? ¿Qué tiene tu madre? preguntó Lucía.

En un principio anduvo receloso, sombrío, temiendo que su padre le descubriera en los ojos sus abominables pensamientos. Después, atormentado cruelmente, abrumado por ellos, ansioso de hallar remedio a su mal, de una mano que le sostuviese antes de caer en el abismo de perdición, tuvo el valor un día de arrojarse a los pies de su padre y confesárselos.

Miguel, que caminaba silencioso, con el deseo de alejarse cuanto antes, buscando la soledad absoluta, tuvo que detenerse al ver que ella había hecho lo mismo. Se anticipaba á sus pensamientos: no quería ir más lejos. Necesito recompensarte murmuró . Te dije que al venir ganarías de todos modos, aunque yo perdiese. Toma... toma.

Aquel viaje, rápido como una visión cinematográfica, dejando en Rafael una confusa maraña de nombres, edificios, cuadros y ciudades, sirvió para dar a sus pensamientos más amplitud y ligereza, para hacer mayor aún el foso que le aislaba dentro de su vida vulgar.

Era tan rico como no lo había soñado nunca, pues en medio de mis más locas fantasías no me había imaginado semejante prodigio; sin embargo, la esperanza de que Mabel llegara a ser mi esposa, ilusión que había sido mi ideal, el verdadero deseo de mi existencia, había quedado destruida, y durante esas largas horas de viaje, melancólicas y silenciosas, mientras el coche-dormitorio del expreso avanzaba hacia el Norte atravesando las planicies de la Lombardía y luego la Suiza y la Francia, mis desesperados pensamientos estaban concentrados en ella y en su porvenir.

Parecía más alta, más delgada, con el rostro afilado, dos oquedades de sombra en las mejillas, los ojos brillantes de fiebre, los párpados contraídos por el cansancio. Adivinó una noche de suplicio, de pensamientos escasos y tenaces, de estupefacción dolorosa igual á la suya en el cuarto del hotel.

En todo cuanto decía su pobre marido encontraba ella pensamientos pecaminosos; todas las acciones de él eran mundanas: le quemaba los libros, le sacaba el dinero para obras pías, le llenaba la casa de padres misioneros, teatinos y premostratenses; y en cuanto se hablaba do conciencia y de pecados, empezaba á mentar los de todo el mundo, sacando á la publicidad de una tertulia frailuna la vida y milagros del vecindario, para condenarla como escandalosa y corruptora de las buenas costumbres.