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No obstante la variedad de los pensamientos y deseos; á pesar del cambio de opiniones y voluntad, y de la oposicion de unos actos con otros, ¿quién nos quitaria la conviccion profunda, incontrastable, de que somos nosotros mismos quienes lo experimentamos, de que hay algo aquí dentro que sirve de sujeto á todo?

-En Dios y en mi conciencia -respondió el Diablo- que no miraba en ello, porque traigo en tantas cosas divertidos los pensamientos, que de la principal a que venía se me olvidaba. -Sin duda -dijo Sancho- que este demonio debe de ser hombre de bien y buen cristiano, porque, a no serlo, no jurara en Dios y en mi conciencia.

Era ley observada entonces por la sociedad elegante elegir una señora de sus pensamientos, aun sin sentir verdadero amor por ella ó haber pasado de la juventud, y consagrarse á su servicio; y el espíritu romántico de la época revestía estas relaciones con todas las formas de la cortesía caballeresca y de la pasión, ya fuese real ó fingida.

Ello es que se le venían con frecuencia suma impulsos de tratar a Amparo como a las chiquillas de su aldea, las tardes de gaita; de pellizcarla, de soltarle un pescozón cariñoso, de echarle la zancadilla, de darle un varazo suave con la recién cortada vara de mimbre. Pero tan osados pensamientos no llegaban a realizarse nunca.

Y... la culpa de todo la tenía la odiosa, la repugnante sotana...». Los últimos pensamientos del Magistral fueron maldiciones. Pero a pesar de todo durmió, rendido por tanta fatiga.

Inclinó la cabeza sobre el pecho y cerró también los ojos, apretándolos con las yemas de los dedos, cual si tratara de contener el torrente de pensamientos que se escapaban de su cerebro. El viento y la lluvia habían cesado. No se oía en la estancia más que el rumor lejano de las olas batiendo contra los peñascos.

-No hay ninguno de los andantes que no lo sea -dijo don Quijote-. Y escuchémosle, que por el hilo sacaremos el ovillo de sus pensamientos, si es que canta; que de la abundancia del corazón habla la lengua.

Estaba embebido en estos pensamientos cuando un hombre, con aspecto de criado, se paró ante él y le dijo: ¿Es usted don Martín Zalacaín? El mismo. ¿Quiere usted venir conmigo? Mi señora quiere hablarle. ¿Y quién es la señora de usted? Me ha encargado que le diga que es una amiga de su infancia. ¿Una amiga de mi infancia? .

Desde que amaneció el dia, hizo preguntas á todos quantos habia en el castillo, pero estaban todos ocupados, y nadie le respondió: aquella noche habian hecho nuevas conquistas, y se estaban repartiendo los despojos. Quanto en esta tumultuaria confusion pudo conseguir, fué licencia para irse, que aprovechó sin tardanza, mas sumido que nunca en sus tristes pensamientos.

»Y discurrí, y fatigué la enardecida máquina de mis ideas..., todo para la pobre víctima de mis enormes faltas: yo, su verdugo, no tenía derecho ni a disculparme para moverla a que me las perdonara. ¡Pero era tan estrecho el círculo en que se revolvían mis pensamientos por la naturaleza misma de las cosas meditadas!, ¡había un enlace tan íntimo entre lo que era irremediable y lo que podía tener algún remedio!