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También él había hecho un descubrimiento. Pensaba con horror en la solitaria Villa-Sirena, como la otra pensaba en el Casino.

Los cómicos temblaban de frío en el escenario, dentro de la cota de malla, y las bailarinas aparecían azules y moradas dando diente con diente debajo de los polvos de arroz. Las decoraciones se habían ido deteriorando, y el Ayuntamiento, donde predominaban los enemigos del arte, no pensaba en reemplazarlas.

Acaso, pensaba yo, los caracteres que don Guillén lleva escritos en la frente no son por entero invisibles, y la diversidad de sus nombres bautismales indica correspondiente diversidad de personalidades.

Cuando le era forzoso ir a alguna visita, la casa en que debía entrar imponíale miedo, aun vista por fuera, y estaba dando vueltas por la calle antes de decidirse a penetrar en ella. Temía encontrar a alguien que le mirara con malicia, y pensaba lo que había de decir, aconteciendo las más de las veces que no decía nada.

Y cariño y amor tuvo Luz en aquella casa, y vida tan acomodada a sus inclinaciones, y amistades y compañías tan de su gusto, perfectamente ajustado a los deseos de la marquesa, que, mucho antes de lo que ésta pensaba, logró que se quedara en el colegio como educanda interna.

Dolores había cambiado en los dos años que no la veía. Era una mujer, pero una mujer espléndida, hermosísima. Yo empecé a sentirme como en un sueño. ¿Será la vida así? pensaba al retirarme a la fonda.

No se acordó más de ella, para seguir ocupándose del público que entraba y entraba, atraído por el programa nuevo. La vieja se vió otra vez en la calle. No tenía mas que una idea. «¡Me lo han matado! pensaba . En este día en que todos ríen, me lo han matado por segunda vezReapareció su enérgica voluntad de luchadora obscura y humilde.

Mas ella se reía mucho, porque como yo la había dicho que sabía hacer burlas y encantamentos, pensó que había caído por gracia y nigromancia y no hacía sino decirme que subiese, que bastaba ya. Con esto y con los palos y puñadas que me dieron, daba aullidos; y era lo bueno que ella pensaba que todo era artificio y no acababa de reír.

Me moría de aburrimiento y pensaba con melancolía, en que nunca me pasaría ninguna aventura, y en que estaba condenada a vivir perpetuamente al lado de mi tía.

Quedábase unos instantes inmóvil ante el lecho, contemplando fijamente al enfermo, como si en su rostro enrojecido e inmóvil pudiera leer algo de lo que pensaba al rechazarla con tanta vehemencia. Entreabría los párpados del enfermo y se fijaba en el ojo amarillento, opaco, sin vida, no pudiendo encontrar en él un rastro del pensamiento que con tanto interés buscaba. Así pasó toda la mañana.