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Juana, como todo el mundo, había oído hablar de la juventud demasiado ligera de la condesa de Lerne; y comprendió. Hubo un momento de penoso silencio. La señora de Maurescamp dejó violentamente su sillón y avanzando dos pasos tendió la mano al joven. Jacobo se levantó de su asiento, sus ojos se encontraron, estrechó con fuerza la mano que se le tendía, saludó y salió.

A partir de ese día, Marta redobló su cariño y su bondad hacia , pero yo no quería verlo; permanecía impenetrable para ella como ella lo había sido para , y en mi alma se arraigó, cada vez más profundamente, el sentimiento penoso de que el mundo no necesitaba de mi amor. Es evidente que un incidente como éste, por solo, no podía tener una influencia decisiva sobre mi carácter.

Todo cuanto había hecho en la semana lo contó puntualísimamente; pero ninguna parte de aquella Odisea de travesuras causó tan penoso efecto en el alma de la señorita de Rufete como estas palabras: «Estuve en casa de mi tía Encarnación, ¿sabes?..., y mi tía Encarnación y la tía Palo con ojos comían juntas; y tía Encarnación me dijo: «Anda, pillete, anda con tu hermana a que te de comer y te vista de señorito, pues bien puede hacerlo». Entonces mi tía Encarnación y la tía Palo con ojos se pusieron a hablar de ti, y mi tía Encarnación dijo que tienes un novio marqués que te da mucho dinero».

No tardó en caer en penoso letargo, lleno de visiones disparatadas y horribles, sin darse cuenta del tiempo que estuvo en tal disposición. Cuando volvió en , había poca luz en el cuarto.

Hubo un largo silencio. Algunos contestaron con un leve «¡Tenguial saludo de la pareja, pero todos fingían no verla, y miraban a otra parte, como si los guardias careciesen de presencia real. El silencio penoso pareció molestar a los dos soldados. Vaya, sigan ustedes continuó el más viejo . Por nosotros que no pare la diversión.

Lo peor que tiene es aquel aire tan hombruno; ... eso será lo que habrá alejado á mi tutor. Y, ¡diablo! ¡él era un buen mozo cuando joven, á juzgar por sus retratos, y el rompimiento debió ser penoso para la tierna Clementina, que le quería!... ¡Oh!, de veras.

Desde el primer momento que mis ojos la vieron, me pareció indescriptiblemente encantadora. Era evidente que se encontraba sin fuerzas, como lo demostraba el modo penoso e inquieto con que se movía en el canapé.

Aquella corbata parecía eclipsar todas las otras partes de su persona, y, por decirlo así, comunicar un relieve particular a las observaciones que hacía; así es que considerar su amenidad independientemente de esa parte de su traje hubiera importado un esfuerzo de abstracción penoso si no peligroso.

La primera parte de la ciudad pertenece propiamente al puerto, la aduana, la estación del ferrocarril y del telégrafo y todo lo relativo al servicio de comunicaciones. El cuadro de costumbres es animado y vigoroso, porque todas las gentes que se cruzan por las cercanías de la aduana son los obreros del sol y del agua, endurecidos por las fatigas de un trabajo penoso.

El moribundo quiso levantar una mano y no pudo; miró a la niña con ternura inmensa, y haciendo un penoso esfuerzo, dijo: Yo te enseñaré... Bendita sea tu pureza... Dilo. Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas y su pechito comenzó a estremecerse como el de un pájaro asustado; su abuela le dijo al oído: Dilo, hija mía... Si lo sabes , dilo...