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Prometí yo, que el prometer no cuesta, y tanto como me pidieron; que cuando en tales aprietos se encuentra un cristiano, para salir de ellos no mira en pelillos, ni aun en cabelleras, aunque sean más grandes que aquella del filisteo Samson. Mirad, señor Viváis-mil-años, que el Divino Nazareno Samson no fue filisteo, sino el destruidor de ellos por la voluntad de Dios.

Si ocurre una desgracia, yo no me paro en pelillos; la pincho como a una rata, la araño y le retuerzo el pescuezo. Lo haría yo en un arrebato de locura y no sería responsable. No serías replicó Juana ; pero te tendrían por loca y te encerrarían en el manoscomio, monomomio o como se llame; yo me moriría de pena de verte allí.

La sola fecha de las cartas bastó para tranquilizarle por completo, y este fiel amigo tomó entonces a su cargo acortar las distancias y echar a la mar pelillos, repitiendo al oído de uno y otro cónyuge la frase del pato de la fábula: Paz, caballeros, paz.

En tanto que ellos iban en esta conversación, prosiguió don Quijote con la suya y dijo a Sancho: -Echemos, Panza amigo, pelillos a la mar en esto de nuestras pendencias, y dime ahora, sin tener cuenta con enojo ni rencor alguno: ¿Dónde, cómo y cuándo hallaste a Dulcinea? ¿Qué hacía? ¿Qué le dijiste? ¿Qué te respondió? ¿Qué rostro hizo cuando leía mi carta? ¿Quién te la trasladó?

Mi tío, que presentía un peligro, nos observaba de reojo, y Blanca, ya desconcertada con eso, me incitaba a desistir de mi empresa. Pero yo eché pelillos al mar, tosí con fuerza, y salté resueltamente al palenque. ¿Tío, se puede tener hijos sin casarse? No por cierto respondiome el tío, a quien hizo gracia la pregunta. ¿Sería una desgracia, si desapareciera la humanidad?

Las mejillas del poeta enrojecieron súbitamente y repuso en tono desabrido: Mi libro no se titula Pelillos a la mar. No, hombre, se titula Pétalos al aire se apresuró a decir Tristán. ¡Ah...! perdone usted, amigo Valleumbroso. No cómo se me metió en la cabeza... Es que suena algo parecido... Bien se conoce que soy profano en asuntos literarios.

Para llevar a cabo sus nuevos planes, eligió lo que había de aprovechable entre lo arrojado de su casa y lo que conocía de lo de fuera; después autorizó a los escogidos para que escogieran a su vez, sin pararse en pelillos de linaje: podían espigar en varios campos, en todos los que se dieran ingenios bien educados, desde la presidencia del Consejo de ministros, hasta el humilde rincón de la obscura gacetilla.

En aquel corto instante, aquellas dos naturalezas se sondearon recíprocamente y conocieron que eran del mismo temple y fuerza. Era preciso romper o suspender la lucha. Por mutuo consentimiento, cada cual renunció al triunfo. Vamos, Maruja dijo Pepe Vera, que era realmente el culpable . Seamos amigos y pelillos a la mar.

Jamás permitía Magdalena que nadie le ayudase en aquella importante operación del peinado: primero por horror instintivo a que otra mujer le manosease la cabeza, y además porque deseaba estar sola cuando su amante, según costumbre, iba siempre a la misma hora para deleitarse contemplándola bien arrellenado en un sillón, mientras sus manos primorosas se hundían y surgían de entre las matas de la cabellera, formando altos y bajos, bucles, ondas y rizos hasta dejar prieto y sujeto el moño con horquillas doradas, mientras los pelillos revoltosos de la nuca, que llaman tolanos, quedaban sueltos en torno de su cuello como rayos de un nimbo roto.

Quintín Porras, no le venía mal el apellido poseía el don de penetrar con la mirada en lo más hondo de la conciencia ajena. Caía en ella como el buzo en el mar, como buzo que se sumerge hasta apoderarse de la concha. La asía, no la soltaba, y salía luego a flote, pregonando su victoria. Sin pararse en pelillos descubría el secreto sorprendido, haciendo de él fisga y chacota.