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Después de esta prueba peligrosa es mayor poco á poco el extravío del pusilánime.

Periquito Miranda, que a causa de la desavenencia de su padre con los del Saloncillo, padecía una peligrosa retención de lirismo, se alivió notablemente insertando en él un sinnúmero de sonetos, sáneos, acrósticos y otras diversas combinaciones métricas, destinadas a pregonar su adoración platónica a la señora del gerente de la fábrica de aceros, una francesota grande y pesada como un elefante, que le hubiera metido fácilmente en el bolsillo.

Su frase favorita expresa bien su conviccion: «El viento arranca las mieses en ocasiones, pero nunca se lleva la tierraDe algunos años acá el paisano frances está pasando por una crísis peligrosa, especie de fiebre que domina sobre todo á la juventud campesina.

Por la tarde se notaron señales de próxima tempestad que alarmaron profundamente al capitán Golvín, pues no sólo había perdido la tercera parte de sus marineros sino que la mitad de los restantes estaban á bordo de las dos galeras apresadas; y unido esto á las averías sufridas por su propio barco, lo ponían en muy malas condiciones para arrostrar las tempestades de aquella peligrosa costa.

Esto fue causa de un lento reflujo entre sus amigos y conocidos, que le habían recibido cordialmente a su vuelta del servicio. El movimiento no engendró aquí el calor sino el frío. Poco a poco fueron dejándole aislado, juzgando su sociedad peligrosa.

Lucía, hablas con suma ligereza. Tus razones tienen no qué fondo de impiedad. Me da miedo. Mi madre no se engañaba. El trato, la conversación con tu tío debe de ser muy peligrosa. No disparates, Clara. Á mi tío no se le ha ocurrido jamás darme lecciones de impiedad. Si lo que yo sostengo es poco piadoso, la culpa es completamente mía. Seré yo la que está endiablada.

Aquella faja formaba un cinturón alrededor del talle de la criatura y era bastante larga para que ésta pudiera llegar hasta su pequeño lecho y sentarse en él, pero era lo bastante corta como para que Eppie no ensayara alguna ascensión peligrosa.

Los papúes van muy mal armados y son incapaces de resistir un ataque de hombres provistos de armas de fuego. Los arcos que emplean son de poca eficacia, sus mazas de palo valen poco, y sus lanzas tienen la punta de hueso; pero emplean un arma peligrosa: la flecha envenenada, que lanzan con cerbatana; arma que se presta mucho a la guerra de emboscadas, y que causa heridas mortales.

Doña Luz se compuso de suerte que hizo galopar al Padre y hasta correr a todo escape, y el Padre galopó y corrió sin vanagloria de hacerlo bien, haciéndolo perfectamente, y sin dar el menor indicio de que lo hacía por complacencia galante, ni por lucirse, sino cumpliendo con un deber. Doña Luz se aventuró demasiado y estuvo a punto de dar una peligrosa caída al saltar una zanja.

Un nuevo escándalo, iniciado y meditado en casa de Currita y llevado a efecto a la sombra de esta, y quizá, quizá bajo su protección misma, vino a probar a las personas sensatas que tan peligrosa es la proximidad del vicio, que aun sin estar de él contaminado, se respira en su atmósfera cierta ponzoña que trastorna y extravía, y hace al cabo resbalar y caer... Margarita Belluga, una de las jóvenes que al pisar por primera vez los salones del gran mundo había llamado más la atención por su candor y su pureza, desapareció un día súbitamente de casa de sus padres, para aparecer a poco en Italia, magna parens artium, y refugio insondable de pillos de todas las naciones, casada con Celestino Reguera, el pintorzuelo cómplice de Currita en sus atentados pictóricos, que había conservado siempre la dama a su lado, para alumbrar su corte con los resplandores de un genio, a la manera que Filipo mantenía en la suya a Aristóteles, y Augusto a Virgilio, y Carlos V a Garcilaso, y Luis XIV a Molière.