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Muy amables, con amabilidad pegajosa y visibles deseos de agradar, pero dando tropezones continuamente por una falta irremediable de tacto, por una voluntad de hacer sentir su grandeza. Los personajes amigos de los Hartrott hacían manifestaciones de amor á Francia: el amor piadoso que inspira un niño travieso y débil necesitado de protección.

Enterado inmediatamente de que yo era el novio de Gloria y la especial situación en que nos hallábamos, me mostró simpatía algo pegajosa. Iba a buscarme para salir de paseo, tomaba café conmigo y con Villa y cuando salíamos de casa de Padul, nunca dejaba de acompañarme hasta la mía. Era bondadoso y simpático; pero tenía el aturdimiento y la petulancia de un adolescente.

Tenía tosecilla blanda y continua, expectoración pegajosa, sudores que la menor elevación de temperatura determinaba, y las perversiones del apetito se habían convertido en desgano horrible. Inútilmente la conserje del chalet lucía sus primores culinarios, ideando mil golosinas delicadas. Pilar lo miraba todo con igual repugnancia, especialmente los platos nutritivos.

Y Edwin Gillespie, como si temiera quedarse solo, obedeciendo á una voluntad superior y misteriosa que le empujaba con fuerza irresistible, imitó á Ra-Ra, lanzándose también de cabeza en el mar. Donde el Hombre-Montaña deja de ser gigante y da por terminado su viaje Se vió envuelto en pegajosa obscuridad. Una fuerza voraz tiraba de él, absorbiéndole.

El dolor de mi hombro se hacía a cada momento más incómodo y mortificante. El desconocido me había herido con un cuchillo, y la sangre brotaba, porque la sentía, húmeda y pegajosa, caer sobre mi mano. Volví a gritar: ¡Policía, policía! hasta que, por fin, una voz que me respondió en medio de la neblina y me encaminé en su dirección.

Como la carta fue escrita en aquellos días de mis entusiasmos bucólicos, la hablé largamente de mis proyectos de vivir allí y de reformar la casona para hacerla más llamativa y pegajosa... en fin, de todo menos de lo principal: quiero decir, de la «santa» a quien se debían los milagros de mi conversión.

Don Víctor era un viejo tal vez amigo de los amores fáciles, pero jamás había pasado su atrevimiento de alguna mirada insistente, pegajosa, y algún piropo envuelto en circunloquios que no le comprometían. El ama era muy callada, muy cavilosa; o no tenía nada que tapar o lo tapaba muy bien. Sin embargo, Petra había adquirido la convicción de que aquella señora estaba muy aburrida.

Apenas hubo pisado las baldosas del pavimento, sintió en el rostro la caricia fría y un tanto pegajosa de aquel ambiente de bodega subterránea. En el templo todavía era de noche. Arriba, las vidrieras de colores de los centenares de ventanas que, escalonándose, dan luz a las cinco naves, brillaban con la luz del amanecer. Eran como flores mágicas que se abrían a los primeros resplandores del día.

Escupía Sancho a menudo, al parecer, un cierto género de saliva pegajosa y algo seca; lo cual visto y notado por el caritativo bosqueril escudero, dijo: -Paréceme que de lo que hemos hablado se nos pegan al paladar las lenguas; pero yo traigo un despegador pendiente del arzón de mi caballo, que es tal como bueno.

El Menut, con una fuerza nerviosa, jadeante el angosto pecho y trémulos los brazos, le había arrojado a la cabeza todo un montón de masa, y el mocetón, aturdido por el golpe, no sabía cómo despojarse de aquella máscara pegajosa y asfixiante. Le ayudaron los compañeros. El golpe le había destrozado la nariz, y un hilillo de sangre teñía la blanca pasta.