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Entre mi observatorio y esta mies, que descendía en rampa hacia los montes de enfrente, y muy inclinada al mismo tiempo hacia el río, un pedregal erizado de malezas y surcado de senderos y camberas de comunicación con el pueblo, cuyas casitas se veían, hechas un rebaño, en lo más alto de la mies, con la iglesia en medio, que parecía, y lo era en sustancia, su pastor.

En el mismo mes, conversando con Pascual, cacique del otro lado del rio Bueno, delante de Tomas Silva, vecino de esta plaza, me dió las mismas señas que los anteriores; y expuso que cerca de su casa hay un cerro bajo ó loma, de donde no solo se divisa la ciudad, sino hasta la ropa blanca que lavan, y bajado este cerro, habrá cuatro leguas de distancia por el pedregal ó orilla de la laguna.

En la última entrada, acompañados de varios indios, pasaron la laguna de Puñechué, y la de Llauquehuc, donde hallaron sus canoas; y usando de ellas como antes, por la misma derrota llegaron á las señales que les dió el indio Turin, que fueron un pedregal y riachuelo, en cuyo arenal quedaron cinco con cuatro indios por cansados, aburridos y escasos de viveres.

A la derecha del peñón comenzaba una mancha verdinegra, como de monte bajo, que desaparecía pronto en las sombras de la barranca; y a la izquierda, un pedregal de poco relieve entretejido de malezas. Apuntando al peñón me dijo Pito Salces en cuanto nos vimos en la sierra, porque Chisco ya lo sabía por serle bien conocido el escenario: Ayí está la cueva aonde vamus. Me temblaron las carnes.

Si mal no nos parecía, quedaríanse allí ya, pues sobre estar seguros «de jallar al Señor» en el camino, si volvían a tomar el de la iglesia, no estaba el pedregal, con la capa de nieve que tenía encima, para muchas subidas y bajadas por él sin una urgencia.

Alguien tuvo la feliz ocurrencia en la casona de mandar que se expalara la cambera del pedregal, en mi obsequio, y a eso debí que la subida por ella no fuera lo que yo me temía, recordando lo que había sido la bajada.

El primer flechazo que tiré desde las filas, y á matar, fué allá por Milne, un pedregal escocés lleno de cañadas y vericuetos. Nos mandaban Berwick y Copeland, el mismo que después hizo prisionero al rey de aquellos montañeses. Buena escuela, recluta, buena escuela es aquella para gente de guerra, y siento que antes de llevarte á Francia no hayas dado un paseo por aquellos riscos.

Pero siguiendo adelante los demas, declararon unánimes, que despues de reconocido el pedregal y riachuelo, no habiendo ya montaña que romper, subieron al volcan de Purarauque, que se forma de pampa de piedra menuda, quemada como escória, y subiendo hasta la mitad de su altura, ya tocando la nieve, hicieron alto para pasar la noche.

Andando ya hacia la iglesia, vimos aparecer de pronto, sobre la jiba del pedregal, un hombre alto y fornido, de hermosa cabeza, envuelto entre un chambergo de anchas alas y una barba gris; venía a cuerpo con un chaquetón pardo, y los pantalones, del mismo color, arremangados sobre unos borceguíes de recia suela y muy embarrados.

Marcháronse poco después los visitantes, dejando a mi tío muy fatigado con la conversación en que había tomado, por rebeldías de su temperamento, más parte de la que debiera, y yo llevé mi cortesía en aquella ocasión al extremo de acompañar a la familia de don Pedro Nolasco hasta el pedregal en que empieza a descender la cambera hacia el pueblo. ¡Qué graciosamente pisaba Lita con sus primorosas almadreñas, y con qué donaire se recogía los pliegues airosos de su vestido, que apenas dejaban ver dos dedos de media blanca sobre el ancho y peludo ribete de las zapatillas!