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Usted es muy bueno.... Es un bien que él haya sanado de sus ojos.... Yo me digo a misma que es un bien... pero después de esto, yo debo quitarme de en medio... porque él verá a la señorita Florentina y la comparará conmigo... y la señorita Florentina es como los ángeles, y yo... compararme con ella es como si un pedazo de espejo roto se comparara con el sol.... ¿Para qué sirvo yo?

Van completamente desnudos y se cubren con un taparrabos de cortezas de árbol; los que tienen trato más frecuente lo usan de tela, y llevan además un pedazo de coquillo de colores ó de manta echado sobre los hombros y se suelen poner un pañuelo en la cabeza.

¡Jesús, María y José!, ¡qué horror! exclamó mi ama . ¿Y se salvaron? Nos salvamos cuarenta en la falúa y seis o siete en el chinchorro: éstos recogieron al segundo del San Hermenegildo. José Débora se aferró a un pedazo de palo y arribó más muerto que vivo a las playas de Marruecos. Los demás... y en ella cabe mucha gente.

Los desgraciados habitantes de esta región que apenas pueden, á costa de grandes esfuerzos, llevar un pedazo de borona á la boca, dentro de pocos días, gracias á la iniciativa de una poderosa casa francesa que va á sembrar aquí sus capitales, encontrarán medios de emplear sus fuerzas, ganarán jornales jamás soñados por ellos.

Vamos, quieres convertir a tu mujer en perrita. Dilo francamente. Y abrazándole repentinamente, y besándole con frenesí en los ojos, en las mejillas, en la boca, en la barba, le repetía sin cesar: ¡Dilo francamente! ¡Dilo francamente, pedazo de oso!... Esta boca es mía, y la beso. Esta barba es mía, y también la beso. Este cuello es mío, y lo beso. Estos brazos son míos, ¡míos! y los beso.

Se veían blancos veleros anclados al final de la pendiente, un pedazo de lámina acuática y las casas del muelle opuesto, empequeñecidas por la distancia. En otras aparecía como último plano la montaña de Nuestra Señora de la Guardia, con su basílica puntiaguda y la brillante estatua final, semejante á una llama de oro inmóvil y tortuosa.

Mientras comía su mendrugo y el pedazo de queso, pensaba, con la incertidumbre de siempre, si se estaría apropiando un alimento que podía faltar a otros, y esto hizo que se fijase en el único que en toda la gañanía no se preocupaba de la cena. Era un jovenzuelo de cuerpo desmedrado, con un pañuelo rojo anudado al cuello y una camisa por todo abrigo sobre el pecho.

Después de una larga pausa, levantó la cabeza y dijo: ¿Sabe V., D. Facundo, que no sospechaba que V. se dedicase tan particularmente a hacer obras de caridad? El pedazo de cara que la enorme bufanda del boticario dejaba al descubierto, se coloreó fuertemente.

Esta cabeza se me ha trastornado. Figúrate que a ratos...». Diciendo esto la miraba de hito en hito, y Fortunata no sabía disimular bien el terror que aquellos ojos le causaban. «Figúrate que a ratos me siento tan estúpido, pero tan estúpido, que creo tener por cabeza un pedazo de granito. No salta aquí una idea aunque me con un martillo.

También se enteró por separado de ciertas costumbres poco correctas del señor Ramón, marido de la propia Felisa, cuando regresaba al hogar por la noche con algunos vasos de vino en el cuerpo. Fuera de estas ocasiones era un bendito, un pedazo de pan candeal, incapaz de levantar la mano á nadie, ni siquiera de aplastar una mosca.