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Bastaba un solo cadáver, el cadáver que justificaría las crueles represalias, para que despertase la autoridad de su sueño voluntario. Comenzó por todo Jerez la cacería de hombres. Pelotones de guardia civil y de infantería de línea, guardaban inmóviles la entrada de las calles, mientras la caballería y fuertes patrullas de a pie ojeaban la ciudad, deteniendo a los sospechosos.

Pero ella soportaba impacientemente los ruidos de la calle, el grito agudo de los cocheros, el paso sonoro de las patrullas suizas y el canto de los pescadores. Maldijo la ciudad ruidosa y agitada donde ni siquiera era permitido sufrir en paz. La ofrecieron hallar en las inmediaciones un retiro más tranquilo; quiso buscar por misma e hizo un gasto de actividad que la agotó en pocos días.

Hullin, solo, frente a una amplia mesa de pino, pensaba en todo. Por las últimas noticias recibidas durante la noche, que anunciaban la llegada de los cosacos a Framont, estaba convencido de que el primer ataque tendría lugar al día siguiente. Había mandado distribuir los cartuchos, reforzado los centinelas, organizado patrullas y señalado los puestos convenientes, a lo largo de los parapetos.

Los faroles y candilejas que las hermandades solían poner en retablos y cruces que tanto abundaban, era el único alumbrado que podía guiar al transeúnte en aquellas tinieblas, por las que se resistían á penetrar en no pocos barrios las rondas y las patrullas que de tiempo en tiempo tenían obligación de recorrer sus demarcaciones.

Aquella noche se mantuvieron los oficiales y guarnicion sobre las armas en las trincheras, y los indios fieles se apostaron por toda la circunferencia esterior de la poblacion, ademas de varios piquetes y patrullas, que estuvieron en continuo movimiento hasta el alba, para observar los que intentase el enemigo, á fin de que estas precauciones evitasen cualquiera sorpresa que hubiesen meditado.

Colocó dobles guardias avanzadas, eligió la iglesia para hacer la última resistencia, dispuso rondas, nombró patrullas, encargó la exactitud del servicio, y aumentaron su vigilancia y cuidado á proporcion que aumentaba el peligro.

Llegados a la plaza de Antón Martín pisamos terreno revolucionario: veíase una muchedumbre de paisanos trabajando con afán en levantar una formidable barricada; patrullas y grupos de hombres armados entraban y salían en la plaza por sus bocacalles; las casas estaban fortificadas.

Al otro amaneció Madrid obstruido de barricadas, las casas atrancadas; patrullas de soldados y ciudadanos armados por las calles y ruido incesante de fusilería; muchos gritos subversivos, como dicen los bandos de las autoridades, y mucho jaleo, como dicen los que se paran a leerlos. Había estallado la gorda. ¡Quién pensaba en matemáticas, retórica y psicología en el colegio!

Puestas al anochecer las patrullas avanzadas, que pedian las circunstancias del tiempo y del terreno, en parage rodeado de enemigos, segun lo que habian dicho las prisioneras, á breve rato me dió aviso uno de los oficiales, que respecto de la claridad de la luna habian divisado 6 indios, que habian bajado del cerro á bombearnos, pero que inmediatamente se habian desaparecido: y de la otra banda del rio, me avisó otro oficial de otra patrulla haber divisado algunos enemigos, y que á las dos de la mañana los habia acometido, sin mas suceso que el haber disparado á uno, dicho oficial, su carabina y haberle muerto el caballo, marchándose el ginete, pero herido, segun pensaba, por el parage donde hirió el caballo; no determinándose el oficial á seguirlos hasta el dia, por no caer en alguna emboscada.

Aunque la noche estaba muy tranquila y el cielo tachonado de innumerables estrellas, el frío era tan intenso que había cerca de una pulgada de escarcha en los cristales. Fuera se oía el «¿quién vivede los centinelas, las pisadas de las patrullas, y, en las cumbres de alrededor, los aullidos de los lobos, que seguían a nuestros ejércitos por centenares desde 1812.