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Para tratar de esto y acordar lo más conveniente, llamó a Juan Pablo, que a la sazón había pasado de Penales a Sanidad, y podría tal vez poner a su hermano en Leganés, en un departamento de distinguidos, con pago de media pensión o quizás sin pagar un cuarto. Entre tanto, Fortunata, al salir de la casa de su marido, y antes de dirigirse a su nueva morada, encaminó sus pasos a la de D. Evaristo.

Pepe le hizo un guiño malicioso como diciendo: "Has triunfado en toda la línea". El joven concejal sintió que se acercaba a pasos de gigante el logro de sus esperanzas y el apogeo de su dicha. El cotillón fué digno remate de aquel baile brillantísimo.

Se oyó un rumorcito en la puerta y avanzaron unos pasos de duende por la estancia. El médico, sin hacer caso de que entraba doña Rebeca, le dijo a la niña: Te bajaré en brazos.... Vamos en seguida.... ¿No tienes un abrigo? Y paseó una mirada por el cuarto, que tenía un dramático aspecto de pobreza.

Sólo las mujeres deben pedir apoyo...» Además, tal vez sufría una alucinación; en realidad, no podía afirmar que le persiguiesen. A los pocos pasos se desvaneció esta duda: que le perseguían. Sus sentidos, aguzados por el peligro, tuvieron la misma percepción del jabalí que presiente la jauría intentando cerrarle el paso.

A pocos pasos de la costa principia el bosque en el que muy laboriosamente fuimos internándonos gracias á los bolos de toda la gente de los botes. El humo era nuestro guía. A las dos horas de no pocos trabajos entramos en un claro.

¡Quinientos ocho pasos! voceó Arnaldo y repitieron todos con asombro. ¿Cuál de las dos armas vence ahora? preguntó orgullosamente el ballestero. En el tiro á distancia, la vuestra lleva la ventaja, lo confieso, replicó Yonson cortésmente. ¡Poco á poco! gritó en aquel punto nuestro amigo Tristán con un vozarrón tremendo y adelantándose hasta llegar junto al engreído ballestero.

Apenas acabó estas palabras, el toro embistió... El jinete, con una prontitud maravillosamente servida por la agilidad de su caballo, dio un bote y se encontró a diez pasos del toro, que le perseguía encarnizadamente.

Dió algunos pasos hacia aquella persona, que era un clérigo de más que mediana edad, gordo y pequeño. Venía con su rosario en la mano y la vista fija en el suelo. La huérfana respiró con tranquilidad, porque aquel personaje venerable que tenía ante debía de ser un santo varón, de esos cuyo fin en la tierra es consolar á los afligidos y ayudar á los débiles. #Continuación del "vía-crucis".#

No engaño a éste ni solicito aquél, ni burlo con uno ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas destas aldeas y el cuidado de mis cabras me entretiene. Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera.

Caminaba á pasos lentos y breves, y al hacerlo se apoyaba en un bastón. Por lo tristes y lo blancos, de nieve parecían sus cabellos.