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Eran pequeñas como el resedá; pero como el resedá tenían la seducción de un aroma que se anuncia desde lejos, pues al sentirles los pasos se alegraba uno, y su proximidad era aspirada con delicia.

Vive en el agua, y hace mucho daño á los demas peces: pone en tierra sus huevos, á dos ó tres pasos de la orilla del rio: huele á almizcle, y sabe bien: su carne no es dañosa, y su cola es delicadísimo manjar. Entre nosotros se cree que es animal venenoso, y se llama cocodrilo.

Y separando nuevamente los brazos que le aprisionaban y sonriendo sarcásticamente, retrocedió algunos pasos y se fue. Clotilde le miró estupefacta: después cayó desmayada en el diván.

No más ayunos, no más sermones, no más caras foscas, ni escándalos a diario; no había quien siguiera los pasos, espiara los gestos, pescara las palabras, fiscalizara los actos.

La oscuridad creció rápidamente, y ya no le permitió ni ver la naranja, ni orientarse, ni dar con el camino para volverse atrás. Iba pues, vagando a la ventura, afligidísima y muerta de hambre y cansancio, cuando columbró no muy lejos unas brillantes lucecitas. Imaginó ser las de la ciudad; dio gracias a Dios, y enderezó sus pasos hacia aquellas luces.

Ello fué que estando el joven pintor examinando con cuidado el muro, un ligero ruido de ramaje llegó á sus oídos. Retrocedió prontamente algunos pasos y, alargándose su perspectiva, descubrió á la sobrina de la señorita Guichard en su nido de verdes hojas.

Pero fue con toda calma, montando sobre la barrera como si estuviesen impedidos de las piernas, y bajándose después poquito a poco; parecía que iban a entrar en un baño de agua fría. Uno de ellos tuvo la audacia de separarse como cinco o seis pasos del tablero, y llamar la atención del novillo con el capote.

Su sorpresa fué, pues, desagradable, cuando sintió que le tocaban en el hombro y vió á su lado la fisonomía alterada de Mauricio. Más por muy amortiguadas por la alegría que estuviesen sus desconfianzas, tuvo enseguida el presentimiento de que alguna cosa anormal había ocurrido y apartándose con su hijo algunos pasos, preguntó: ¿Qué hay? Venga usted conmigo y lo sabrá.

Centenares de hogueras brillaban en lo hondo de los desfiladeros, indicando que los alemanes preparaban la comida. Marcos Divès descendió por la hendedura a tientas. Hullin oyó durante algunos segundos los pasos de su camarada, y luego, muy pensativo, se dirigió hacia la vieja torre, en la que se había establecido el cuartel general.

Hullin, Materne y sus hijos iban algunos pasos más atrás, con la carabina al hombro, y de este modo subieron la ladera y se dirigieron hacia la granja de «El Encinar».