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Papitos entró, y su ama le dijo que hiciera una taza de , porque tenía el estómago revuelto. La señora no se había quitado el manto ni los guantes; pero cuando se aligeraba, charlando, de la carga que en su espíritu tenía, pensó en mudarse de ropa. En la mano traía un lío. Eran varias cosillas que de paso compró para engolosinar a Maxi.

Al paso que los primeros prelados rivalizaban en celo atacando estos placeres tumultuosos, patrocinaban una diversión, que pronto se hizo igualmente licenciosa, y llegó á ser objeto de las censuras eclesiásticas.

Teodoro Golfín, con ser sabio, discreto y locuaz, sentíase igualmente torpe que la Nela, ignorante de suyo y muy lacónica por costumbre. Seguíale sin hacer resistencia, y él acomodaba su paso al de la mujer-niña, como hombre que lleva un chico a la escuela.

Y ciertamente el no acobardarse con los peligros, el no volver las espaldas á tantos trabajos, el no retirarse y no dejar una vida en que á cada paso se encuentra con la muerte, pereciendo aquí de hambre, perdiéndose allí por los bosques, ahora andando entre flechas y macanas, ahora enmedio de pueblos furiosos, es virtud difícil de hallarse, y con todo eso esta virtud es necesaria siempre á quien emprende en países remotos y entre gente bárbara el oficio de la predicación Apostólica.

Deteníase el «paso» en mitad de la plaza, con su escolta de inquisitoriales encapuchados, y la devoción del pueblo andaluz, que confía al canto todos los estados de su alma, saludaba a la imagen con trinos de pájaro y lamentos interminables. Una voz infantil de temblona dulzura cortaba el silencio.

Y entonces se explicó Juanito por qué llevaba muchos días Estupiñá, pegadas a las botas, plumas de diferentes aves. Las cogía al salir, como las había cogido él, por más cuidado que tuvo de evitar al paso los sitios en que había plumas y algo de sangre.

-Ande, señor gobernador -dijo otro-, que más el miedo que las tablas le impiden el paso; acabe y menéese, que es tarde, y los enemigos crecen, y las voces se aumentan y el peligro carga. Por cuyas persuasiones y vituperios probó el pobre gobernador a moverse, y fue dar consigo en el suelo tan gran golpe, que pensó que se había hecho pedazos.

Y esta conciencia íntima era la que hablaba al rey cuando se dirigía del cuarto de la reina al suyo por el pasadizo oculto. Cuando entró en su dormitorio cerró cuidadosamente la puerta secreta, y se encaminó con paso majestuoso á su cámara. Llamó, y mandó que en llegando don Francisco de Quevedo y Villegas, del hábito de Santiago, etc., le introdujeran.

Y marchó de espaldas hacia la puerta, enviándole besos hasta que levantó el cortinaje. Luego, al otro lado de la colgadura, cuando ya no podía ser vista, su alegría infantil y su sonrisa desaparecieron instantáneamente. Pasó por sus pupilas una expresión feroz y su boca hizo una mueca de desprecio.

28 de octubre. La abuela afecta una expresión de absoluta seguridad. Celestina, que sospecha alguna cosa, me mira con lástima, y esta mañana llegó a decirme mientras la abuela estaba en misa: No tenga usted miedo, señorita; San Pablo va a sacarla del mal paso. ¿Qué quieres decir?