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Reynoso paseó una mirada anhelante por el rostro de sus amigos, y viendo que los dos bajaban la cabeza confirmando las palabras de Tristán, se llevó ambas manos crispadas a los cabellos mesándoselos con furor. Fue un acceso de loca desesperación. Gritos, sollozos, interjecciones, movimientos convulsivos. Sus amigos turbados y confusos hacían vanos esfuerzos por calmarle.

El grande hombre, contagiado por el olvido general, tampoco recordaba su invención del abrazo y la hazaña en común. Veía las cosas como quería verlas «la loca de la casa»; se contemplaba elevando la diestra tal vez como le iba á representar en lo futuro una estatua de bronce en el mejor paseo de la ciudad y lanzando el grito famoso.

A me daba mucha vergüenza contestarle, pero como a Luisa le había escrito también Paco Núñez declarándose, yo por encargo de ella le dije un día en el paseo: «Paco, de parte de Luisa, que », y a la otra vuelta Luisa le dijo a Pepito: «Pepito, de parte de Asunción, que ». Y quedamos novios.

En todo estaban de acuerdo: después de tantas conversaciones se encontraba ahora con que tenían una porción de gustos idénticos. En un incidente del diálogo se acordaron del día en que Mesía dejó a Vetusta y encontró en la carretera de Castilla a Anita que volvía de paseo con sus tías.

Animaos, dominaos, calmaos; contened la cólera sagrada que rebosa en vuestros corazones y esperad tranquilos el fatal desenlace. ¿Recordáis lo que os ha traído aquí? MARCIO. ¡Recordadlo! Creo que no ha sido por dar un paseo por lo que hemos venido con esos pesados libros. ¿Con qué objeto hemos venido aquí? ¡Decidlo! ESCIPIÓN. ¡Verdaderamente, señores, debéis responder cuando se os pregunta!

¿Conque no fue usted a las Flores de María? No, mujer... por quien soy que no fui. ¿No ves?, hoy es domingo; estarán llenas de gentes las Flores, y el paseo brillante, con música y todo; y yo no pienso poner los pies en él. Los días de fiesta... ¡vaya que!

Acababan de doblar la curva del paseo en la parte de proa, y toda la calle de estribor se ofreció ante sus ojos. Maltrana se detuvo, viendo los sillones despegados de la pared y esparcidos hasta obstruir el paso.

En el paseo de Hyde-Park, no puede entrar en carruaje mas que la aristocracia; los coches de alquiler, siquiera conduzcan al hombre mas virtuoso é ilustre del mundo, no tienen entrada en el paseo ... juzguen esto los que declaman tan alto en loor de esa nacion....

Dimos un paseo bastante largo, y á la vuelta la encontramos en el mismo sitio, conservando la misma actitud, y sin dejar la extraña ocupacion de dar golpes á la punta del zapato derecho. ¿Qué pensará? ¿Qué sucederá á esa mujer? Esto murmuramos entre nosotros, y casi tuvimos tentacion de hablarla.

Salí con la vieja, y al pasar por la muralla deteníame para ver los barcos; mas no me era posible entregarme a las delicias de aquel espectáculo, por tener que contestar a las mil preguntas de Doña Flora, que ya me tenía mareado. Durante el paseo se le unieron algunos jóvenes y señores mayores. Parecían muy encopetados, y eran las personas a la moda en Cádiz, todos muy discretos y elegantes.