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Pero tiene la ventaja de estar dentro de la población. Parece hecho para la gente de negocios que dispone de poco tiempo para pasear. Los días de trabajo no suele haber mucha concurrencia: en cambio los domingos no hay quien camine libremente por allí, lo cual declara bien paladinamente la condición social de sus habituales concurrentes.

Pasó la noche sin dormir, saltando de su lecho para pasear por el puente y volviendo á meterse en el camarote con un deseo siempre incumplido de lograr un poco de sueño.

Ten cuidado añadían . Machín tiene malas entrañas. Me parecía una amenaza ridícula. Era verdad que, al toparse conmigo, me miraba de través; pero no pasaba de ahí. Machín, apenas estaba en Lúzaro; tenía un magnífico pailebot de recreo bastante grande, muy fino, hecho en Inglaterra, y se marchaba a pasear por el mar. El primer domingo que pasé en Lúzaro fué uno de los días más felices de mi vida.

Quise rechazar mi constante preocupación por medio de la lectura, pero dió la casualidad que la única obra que había llevado conmigo era la Historia de Bernal Díaz del Castillo, y ella, lejos de proporcionarme distracción, daba rienda suelta a los más extraños pensamientos. Dejé el libro y salí a pasear por las vegas, hasta el anochecer.

El 8 de Septiembre de 1785, día en que celebra la iglesia la Natividad de la Virgen Santísima Nuestra Señora, en vez de acudir al templo a rezar sus devociones, la desenfadada María Antonia Fernández bajó a pasear en el Prado, a provocar a los galanes y a escandalizar, según tenía de costumbre.

Pector servía á maravilla mis designios con su manía americana de pasear por los sitios públicos y de entrar en todos los cafés á tomar un emparedado y un cocktail. Acababa yo de formar el proyecto de esperar á Jenny delante del hotel para sorprenderla con su compañero. Un presentimiento me decía que habría de volver con él y que allí, en un segundo, podría yo saber el secreto de aquella mujer.

Al principio el egoísmo de la madre triunfó y se alegró de aquel rompimiento que suponía. Conoció que su hijo no se humillaría jamás a pedir una reconciliación, que antes moriría desesperado como un perro, allí, en aquel lecho donde había caído al cabo, después de pasear la cólera comprimida por toda Vetusta y sus alrededores, de día y de noche.

Marchando con la cabeza baja, sin saber adónde iba, se vio de pronto en la cubierta de paseo. Apretaba los puños, murmurando palabras iracundas. ¡Cómo se había burlado de él aquella mujer! ¡Qué vergüenza!... Cansado de pasear por la cubierta solitaria, sentóse en un banco lejos de la luz, contemplando el Océano por encima de la borda.

En esos días de noviembre, cuando vuelve la humedad y el dominio del gris; cuando vuelven las líneas vagas y borrosas y vuelve el silbar agudo del viento; cuando el arroyo Sorguiñ erreca semeja un torrente, entonces me gusta pasear por la playa y saturarme de la enorme melancolía del mar y empaparme en su gran tristeza.

Las mujeres de suyo son curiosas, y bastaba que les estuviese vedado entrar en claustros para que todas se desviviesen por pasear conventos. No había, pues, en el siglo pasado limeña que no los hubiese recorrido desde la celda del prior o abadesa hasta la cocina.