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Pasaron unos segundos sin que ninguno de ambos profanase aquel silencio, que lo decía todo. Por fin habló Juan en voz baja: mandas y yo obedezco; pero mía ¡para siempre! La respuesta fue un suspiro salido de muy hondo, y un movimiento de cabeza triste y negativo.

Y en este desabridísimo noviazgo pasaron algunos meses, al cabo de los cuales Baldomero se soltó y despabiló algo. Su boca se fue desellando poquito a poco hasta que rompió, como un erizo de castaña que madura y se abre, dejando ver el sazonado fruto.

Amigo, es preciso reparar de algún modo los extravíos de una borrascosa juventud. Ya sabe usted que hasta hace quince años me llamaban el azote de las familias. Pero ya pasaron aquellos tiempos, y ahora... ¿De modo que no vas esta tarde? Francamente dijo el Marqués , en estos días me gusta salir a la calle lo menos posible.

Miranda tendió la vista por todos lados, hincó sus pupilas en su mujer, en el jesuita, en el doctor.... Después cogió a estos dos de la mano y les rogó tartamudeando, que le concediesen una conferencia de algunos minutos. Pasaron a la habitación inmediata, y Lucía quedó sola con el cadáver. Pudo creer que era terrible pesadilla todo lo ocurrido.

Pasaron los nuestros á media noche la muralla, ó reparo que divide el cabo de tierra firme, y al amanecer se hallaron sobre los Turcos, que como en parte segura, y á su parecer lejos de enemigos, estaban sin centinelas, reposando dentro de sus tiendas con descuido y sueño. Cerró Roger y Marulli con la caballería, metiéndose por las tiendas y flacos reparos que tenian con grande ánimo.

Dícese que el arma de que usó fué una bayoneta, y que los muertos no pasaron de tres; Quiroga, empero, hablaba siempre del macho de los grillos y de catorce muertos.

Le habría contestado mandándole á paseo, si la enfermedad del niño no le trajera tan afligido y sin ganas de pensar en negocios. Pasaron dos días, y allá te va otra esquela angustiosa, de in exiremis, como pidiendo la Unción.

Así que se presentaba este síntoma de aburrimiento, la enfermedad se declaraba en él con tal violencia que no se pasaron tres minutos sin que se alzase bruscamente de la mecedora y les dijese adiós. Cuando Gustavo montaba sobre uno de estos asnos no se hartaba nunca de hacerle correr.

Pasaron algunos días en esta situación. Fray Miguel estaba cada vez más enfermo y débil.

Pasáron luego á tratar de teatros, y el ama de casa preguntó porque habia ciertas tragedias que se representaban con freqüencia, y que nadie podia leer.