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Un segundo más de lo regular basta á concluir la paciencia de un auditorio y á trocar su interés en hastío. Lázaro vió pasar este segundo sin notarlo. Indudablemente no se comprendieron el uno al otro. ¿Se despreciaron mutuamente? ¿Se temieron mutuamente? Tal vez empezaron por temerse; pero es lo cierto que acabaron por despreciarse.

Eran el patrono de Alcira y sus santas hermanas; el adorado San Bernardo, el príncipe Hamete, hijo del rey moro de Carlet, atraído al cristianismo por la mística poesía del culto, ostentando en su frente destrozada el clavo del martirio. Los recuerdos de su niñez, vigilada por una madre de devoción crédula e intransigente, despertaban en Rafael al pasar ante la imagen.

Pues si ha de pasar uno malos ratos antes de acostumbrarse, francamente, no merece la pena. Vea usted cómo con la música italiana no acontece eso y gusta desde el primer día. ¡Claro, porque la mayor parte de la música italiana no es más que una tonadilla que se acompaña con cuatro guitarras! ¡Calle usted, hombre, calle usted!

Acusados por unos voluntarios, Eusebio Valdés Domínguez, hermano de Fermín, Manuel Sellén y Atanasio Fortier, del enorme delito de haberse burlado de ellos al pasar de regreso de una gran parada, por la casa de la familia de Valdés Domínguez, vinieron, ya entrada la noche, a prenderlos.

«Habiéndome dicho el señor conde de Mengis que un sobrino suyo al pasar por Heidelberg se enteró de que usted estaba en esa ciudad le escribo esta carta confiando en que será más afortunada que las anteriores cuya contestación aguardo todavía. »¿Qué es lo que le pasa, Amaury? Hace cerca de dos meses que nada de usted.

Le habían dicho que la atmósfera de carbón de piedra enflaquecía, y por eso había ido a vivir a las minas, con propósito de pasar en ellas todo el año. Por lo demás, aquella atmósfera saturada de polvo de calamina y de humo causábale no poco disgusto.

Había entre ellos altos adolescentes a quienes la estrecha sotana que les ceñía el cuerpo les prestaba cierto aspecto raro, parecía adelgazarlos; al pasar arrancaban flores de los espinos y se marchaban con aquellas flores rotas en la mano.

Y estoy pensando también que el invierno próximo lo vamos a pasar aún mejor que este, porque tendremos en Madrid a don Germán y a Elena, y más cerca aún de nosotros a Clara y Tristán... Ya ves, vienen a vivir a cuatro pasos de aquí, en la calle del Arenal.

La Linda las puso en su delantal y estaba con ellas cuando se presentó el domador de nuevo. Martín se apartó dando un salto hacia atrás. No, no te escapes dijo el domador con una sonrisa que quería ser amable. Martín se quedó. Luego, el hombre le preguntó quién era, y él al saber su parentesco con Tellagorri, le dijo: Ven cuando quieras, te dejaré pasar.

Un vago terror les imposibilitaba de hablar y les crispaba las manos con que se agarraban a las argollas. El primer piso dijo el director al pasar por delante de una abertura negra. Nadie hizo observación alguna. Aquella suspensión en el abismo, en lo desconocido, paralizaba su lengua y hasta su pensamiento. El segundo piso volvió a decir el director al cruzar rápidamente otro agujero negro.