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Pero a las vacas falta evidentemente la decisión masculina de permitir en la piel sangrientos rasguños, y apenas introducían el cuello, lo retiraban presto con mareante cabeceo. Los caballos miraban siempre. No pasan, observó el malacara. El toro pasó, repuso el alazán. Come mucho.

Vemos continuamente el ser y el no ser en cosas que pasan de la existencia á la no existencia y de la no existencia á la existencia. I, cap. Sean cuales fueren los términos en que se enuncie el principio, siempre resultaria que una misma cosa no puede ser y no ser á un mismo tiempo, pero que puede muy bien ser y no ser en tiempos diferentes.

El puente por donde pasan los pastores es tal, que nunca se ha visto el cartón tan semejante á la piedra; al contrario de lo que pasa en muchas obras de nuestros ingenieros modernos, los cuales hacen puentes de piedra que parecen de cartón.

Comienza la refriega, los enemigos se rien de que los marinos de Aníbal les arrojen aquellos vasos en vez de flechas; el barro se hace pedazos, y el daño que causa es muy poco. Pasan algunos momentos, un marino siente una picadura atroz: al grito del lastimado sucede el de otro, todos vuelven la vista y notan con espanto que la nave está llena de víboras.

Verdad es que hoy día se han aligerado en gran parte tantos trabajos, porque introducida en aquella gente, con la santa fe la vida civil y política, lo pasan un poco mejor los Misioneros, y la piedad de muchos caballeros les provee de algunas cosas con que ocurrir á las necesidades domésticas.

Por sobre él pasan unas nubes negras... las ilusiones que fueron mías, y ahora son... de nadie... no son ilusiones de nadie... ¡Qué soledad! Todo se apaga, todo llora... el mundo se acaba... se acaba. No quiero padres, no quiero hermanos... Quiero ir con mi madre. ¿Dónde está su sepulcro?

Jenofonte Ateniense, pongo por caso, no dice yo en su Anábasis, sino se nombra en tercera persona cuando es menester, como si fuera uno el que escribió y otro el que ejecutó aquellas hazañas. Y aun así, pasan no pocos capítulos de la obra sin que aparezca Jenofonte.

La mujer con quien hablaba tendría unos cuarenta años de edad; era alta, corpulenta, y aunque bastante descaecida, todavía conservaba en su rostro señales de una belleza superior. Vestía un traje modesto de merino negro, como la mayoría de las que pasan por señoras en los pueblos chicos. Levantose al oír esto, salió al portal e invitó al joven a subir con ella.

Como todos los pueblos influídos por el mahometismo, son muy desconfiados y suspicaces, y para el asunto más insignificante se pasan los días de Bichara con el sólo objeto de procurar engañar á todo el que tiene algún trato con ellos; su número será de unos 200.000.

No puedes figurarte los sellos que han entrado en casa. Pero ya se va cansando la gente y vienen pocas cartas. ¿Pero el secreto...? No cuál es. ¿Y si..., de aquellas cosas que pasan..., resulta que no hay tal secreto...? Yo no ... Desde que tomó la casa en la calle de los Abades, donde vivimos, se ocupa de otras cosas. Escribe artículos en un periódico.