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En cuantas personas encontraba al paso veía un rostro amigo, y todo era para simpático y risueño: los hombres, las mujeres, los viejos, los niños, los perros, hasta las casas, pues mi imaginación juvenil observaba en ello no qué de personal y animado, se me representaban como seres sensibles; parecíame que participaban del general contento por mi llegada, remedando en sus balcones y ventanas las facciones de un semblante alborozado.

Las camaradas participaban también del pan bendito. Y la romería en Lima duraba un mes por lo menos.

Esto le consolaba y le satisfacía; y si no había vuelto ya a Coteruco, era porque quería hacerse desear un poco más, para asegurar mejor la curación de sus «locos». Desgraciadamente no participaban sus hijos de aquéllas sus ilusiones, porque tenían otros gustos muy diferentes; pero todo podía arreglarse con algún sacrificio de cada cual.

La expresión de esa voluntad estaba en sus miradas, que le decían: «Ama y vive, cree y vive, espera y vive.» Y él se sometió a esa orden. El acto de la fe que había ejecutado al atribuir el más aquilatado valor al ser de su elección, se fortificaba cotidianamente con múltiples pruebas. ¿Podía pensar que estaba en un engaño, cuando todos en torno suyo participaban de su sentimiento?

Los duelos entre personas de las clases más elevadas, era cosa frecuente y ocasionaban feudos y reyertas en los que participaban también los amigos y servidores de los principales contendientes. Sin embargo, después del encuentro que dejo reseñado, circularon rumores tales, que me impusieron la mayor prudencia. Era imposible ocultar a los parientes de las víctimas la muerte de sus deudos.

Pero la misma Ana, tan dada a cavilaciones, tenía poco tiempo para ellas. Toda la vida era diversión, excursiones, comidas alegres, teatros, paseos. Entre la casa de los Marqueses y la de Quintanar se había establecido una especie de convivencia de que participaban Obdulia, Visita, Álvaro, Joaquín y algunos otros amigos íntimos.

Durante el invierno las jóvenes tertulianas de la casa de Elorza habían querido formar un capital, con los productos de la aduana y lotería, destinado a sufragar los gastos. Don Mariano las dejó formarlo, sonriendo bellacamente cada vez que le participaban el estado de la caja.

¿Su padre acaso? No. ¿Hermano? No. ¿Esposo? Magdalena, lanzando una mirada rápida y penetrante sobre las dos pasajeras, de quienes había observado que no participaban de la admiración general de los hombres respecto a ella, dijo con gravedad no exenta de soberbia: No; es Juan. Hubo una enojosa pausa. Aproximáronse entre las pasajeras, y el canadiense miró, abstraído, el fuego.

«Todos somos iguale, decían muchos burgueses de Vetusta, la nobleza ya no es nadie, ahora todo lo puede el dinero, el talento, el valor, etc., etc.»; pero a pesar de tanta alharaca, a los más se les conocía hasta en su falso desprecio que participaban desde abajo de las preocupaciones que mantenían los nobles desde arriba.

Varios carteles fijados en los muros del pueblo participaban que, dentro de un breve plazo, una célebre compañía dramática representaría, durante algunos días, una serie de sainetes para desternillar de risa; que, alternando agradablemente con éstos, daríase algún melodrama y diversiones a granel.