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Permanecieron los dos en silencio, y Ojeda volvió a tener la misma visión del día anterior... «¡Buenos AiresTambién este nombre mundial había titilado un instante, como parpadeo de mística lámpara, en la penumbra de la sacristía, evocando la ilusión de una mesa abundante, una mesa de hartura, y en torno de ella una familia robusta y saludable, segura del porvenir, rodeando al sacerdote rico... Y allá iban todos, siguiendo el revoloteo de la esperanza, hacia un mundo de fértiles soledades faltas de hombres, llevando como precio de su entrada fuerzas, iniciativas y apetitos: unos sus brazos, otros su inteligencia, otros el ávido capital ansioso de copular con la tierra y reproducirse hasta lo infinito... y hasta aquel pobre cura llevaba su misa, su catolicismo español, más serio, más... clásico.

Don José, al volverse de cara a los fieles, no pudo reprimir un parpadeo de sorpresa viendo la inmovilidad devota de sus dos amigos. Y este agradecimiento, así como lo avanzado de la hora, le hizo despachar su misa rápidamente. Al terminar la ceremonia, don Carmelo fue el primero en huir, llevándose las manos al rostro, que chorreaba sudor. ¡Mardita sea mi arma!

El hombre á caballo parpadeó vivamente bajo la visera de su gorra, hizo un movimiento de sorpresa y de cólera; quedó indeciso contemplando al prisionero. Los ojos agresivos de éste parecieron devolverle la calma, y miró á otra parte, levantando los hombros levemente. «¡Suicida!» Y esta palabra, que pareció proferir el enemigo con su indiferencia afectada, irritó aún más al comandante.

Las dos inclinan las cabezas y ponen en blanco los ojos para poder alzarlos al altar, desde donde responde a su mirada, la mirada extática de una Dolorosa. El parpadeo de las luces da una apariencia de vida al cerco amoratado de aquellos ojos, a la boca dolorida, a las mejillas con dos lágrimas de cristal. Sabelita y la vieja se santiguan al terminar su rezo. Pronto cerrarán la iglesia. ¡Vámonos!

Cada vez que éste abría los ojos la encontraba frente á él, inmóvil, rígida, mirándole con sus pupilas ardientes y fijas, no alteradas por el más leve parpadeo. A la mañana siguiente, el gaucho creyó haber atinado con la explicación de este encuentro. La pobre difunta había venido indudablemente á darle las gracias por los enormes réditos con que había acompañado la devolución del préstamo.

Parpadeó Moreno para expresar el asombro que le producían tales condiciones, y quiso negarse á admitirlas; pero se acordó de una segunda conversación que había tenido con Pirovani aquella mañana, antes de ir á la estancia de Rojas. Parecía transfigurado el italiano por un entusiasmo belicoso.

Pone iniciales no más agregó Lola ; pero es claro como la luz.... Y dice, por más señas: «ce digne petit fils du Comte d'Almaviva se ruine en fleurs...» Un coro de risas sofocadas brotó del círculo. Lola sabía decir las cosas con cierto ceceo y cierto parpadeo, que las mejoraba en tercio y quinto. ¿Y ella, qué tal, se ablanda? preguntó Pilar.

Los insolentes franceses, mucho antes de la declaración de guerra, enviaban nubes de aeroplanos sobre las ciudades alemanas, bombardeándolas. Ferragut parpadeó de sorpresa. Esto era nuevo para él. Debía de haber ocurrido mientras estaba en alta mar. El autoritarismo verboso de la doctora no le permitió duda alguna... Además, aquella señora debía saber las cosas mejor que los que viven navegando.

Quiso mover otra vez su cabeza negativamente y parpadeó con una expresión angustiosa, pretendiendo defenderse y teniendo al mismo tiempo la certidumbre de que le sería imposible. «¡Pobrecita Flor de Río Negro!», pensó. Los brazos que rodeaban su cuello le oprimieron dulcemente y tiraron de su cabeza, inclinándola poco á poco hacia el rostro femenil que avanzaba unos labios ávidos y audaces.

Parpadeó el gigante oyendo estas noticias, pero sin pronunciar una palabra de comentario. No hubiera podido tampoco decirla aunque tal fuese su voluntad, porque el profesor siguió su relato de la sublevación de los hombres. Los derrotaremos, gentleman. Hay que someter á esa canalla que pretende resucitar las vergüenzas y los crímenes de otros siglos.