United States or Honduras ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿De quién? preguntó Pepe. De Lorenza. ¿Quién es esa señora? La conoces: es aquella viuda graciosa y parlanchína con quien jugabas al aljedrez; buena y lista, pero demasiado amiga de divertirse. No me gusta que ande mucho con ella, pero ¡vaya V. a evitarlo!

¿Ve usted aquella casa, aquella, la nueva, la que está pintada de gris? Pues ahí vive una persona que toca mejor que Luisa.... ¿No lo sabía usted? ¡Ah! , la señorita Fernández. ¡! ¡Esa!... murmuró maliciosamente la parlanchina. ¿Y qué? ¿Qué? La señorita Fernández... repitió con mucha sorna la morena. ¿Por qué lo niega usted? dijo la rubia. ¿Qué tiene eso de malo?

Yo conozco ya a la tal Antoñona, pues va y viene a casa con recados, y en efecto es muy lista: tan parlanchina como la tía Casilda, pero cien mil veces más discreta. El camino hasta el Pozo de la Solana es delicioso; pero yo iba tan contrariado, que no acerté a gozar de él.

La víspera del día en que debía llegar D. Jaime, todos estaban alborotados en el lugar con la gran fiesta de la recepción que iba a haber. Hasta doña Manolita estaba más alegre que lo de costumbre y muy parlanchina. En la tertulia diaria sólo asistían ella, doña Luz y el Padre, porque los demás andaban aún ocupados en los preparativos de la fiesta, o descansando del ajetreo de aquel día.

Inquieta y parlanchina, mantenía un verdadero telégrafo de saludos con todo el teatro; con los palcos, con la cazuela, con la platea; a todos conocía, a todos saludaba francachonamente con el abanico.

Y la Trascava observó la Nela, palideciendo es un murmullo, un , , ... A ratos oigo la voz de mi madre, que dice clarito: «Hija mía, ¡qué bien se está aquíEs tu imaginación. También la imaginación habla; me olvidé de decirlo. La mía a veces se pone tan parlanchina, que tengo que mandarla callar.

Apurando el ejemplo que tenemos entre manos, he de añadir que esto del mundo del que tanto se la hablaba y que ella hubiera adivinado aunque nada le hubieran dicho, porque la humana naturaleza es una parlanchina que todo lo descubre, y, más o menos recio, habla a la imaginación, aunque se la pongan candados en la lengua y se la confine a las soledades de un desierto; que esto del mundo, repito, la dio bastante que pensar desde que traspuso las fronteras de la niñez y entró con paso más firme y con doblados alientos de vida y con mayores fuerzas de visión, en los términos de la juventud.

Nada dijo Doña Clara, á pesar de ello; pero Lucía advirtió su disgusto y prosiguió de esta suerte: No te ofendas Clarita. No me motejes de parlanchina. Mi tío me puso anoche entre la espada y la pared, y tuve que confesárselo todo. Tuve que disculparme y que disculpar á D. Carlos. Á mi tío se le metió en la cabeza que él era el viejo rabadán y que yo era Clori.

Señoritas, ¡si yo no niego, ni afirmo!... ¡ niega! exclamaron a una. No acierto a comprender a ustedes.... La parlanchina me miró de hito en hito, hasta que no pudo más, y riendo me dijo: Vaya, pues, como usted no ha de confesarlo, se lo diré: ya sabemos que usted es novio de Gabriela Fernández. Están ustedes engañadas.... Vea usted que nos lo dijo persona que lo sabe. ¡Pues no es verdad!

La que en el anterior coloquio pronunciara frases altaneras y descorteses tenía por nombre Flora y por apodo la Burlada, cuyo origen y sentido se ignora, y era una viejecilla pequeña y vivaracha, irascible, parlanchina, que resolvía y alborotaba el miserable cotarro, indisponiendo a unos con otros, pues siempre tenía que decir algo picante y malévolo cuando los demás repartijaban, y nunca distinguía de pobres y ricos en sus críticas acerbas.