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¡Había de haber sido una monja! dijo Quevedo cuando se certificó del estado mental de Francisco Montiño. Un mozo entretanto trajo la empanada. Quevedo sirvió la mitad de ella á Montiño. Este cortó maquinalmente un pedazo de masa, y lo llevó á la boca. Bastó esto para que volviese de su fascinación. ¿Qué es esto? dijo . ¿Quién es el hereje que ha hecho este pastel? Y escupió el bocado.

Solicitó y obtuvo para su hermano el destino de gerente de una pequeña sucursal del Banco de la Nación, en el Tandil, interesante pueblo de la provincia de Buenos-Aires. Y fuese con él y con Coca a establecerse en el pueblo. Adolfo había protestado. Yo no puedo permitir, Laura, que vayas a soterrarte, en plena juventud, en un pueblo de campo.

Núñez alzó los hombros con indiferencia, se quedó unos instantes silencioso y pensativo, y al cabo poniéndose en pie para irse repuso en voz baja: ¡La envidia...! La envidia, querido Tristán, es un sentimiento tan constante en el corazón del hombre que aun los juicios más exactos, más imparciales acerca de nuestros contemporáneos cuando no les son absolutamente favorables se atribuyen a envidia.

Se creería que el genio de la tierra levanta el telón que separa de un mundo mágico este mundo de fango y piedra, para introducirse en una región de milagros. Yo quisiera describirte esto, pero, ¿con qué colores?

Vió entrar y salir á Bozmediano, y calculando que aquella entrada fraudulenta se repetiría, esperó á que se repitiera, para ir inmediatamente, y mientras el joven estuviera dentro, á la casa contigua á denunciar el hecho.

Esta, en el momento de irse, le oprimió la mano fuertemente, como para pedirle, con esta seña furtiva, que fuese buena para Muñoz. Se sentaron juntos y él comenzó, penosamente, a repetirle los reproches de siempre, sin encontrar palabras oportunas ni decisivas. La sentía a su lado protegida como por un gran resplandor. Estoy muy mal esta noche, Muñoz, exclamó ella.

Además, es benigno y sociable: con gusto se confundiría con nuestros rebaños de cabras y ovejas: pocos esfuerzos serían necesarios para que aumentara el número de nuestros animales domésticos; pero es más fácil matarlo que domarlo, y las pocas gamuzas que quedan están reservadas para dar gusto al cazador.

De aquí tantas locuciones metafóricas; útiles, si solo se emplean para llamar y fijar la atencion, y darse á propio cuenta del fenómeno; nocivas á la ciencia, si sacándolas de estos límites, se olvida que son metáforas, y que jamás pueden confundirse con la realidad.

Doña Manuela experimentó gran extrañeza al tropezar con una tenacidad que nunca había supuesto en su hijo. Se negaba resueltamente a firmar otro pagaré garantizando el crédito de su madre, y menos consentía aún en hipotecar su huerto para adquirir los tres mil duros. No, mamá decía tímidamente, pero con firmeza ; no puedo. Ya sabrá usted más adelante que eso no es posible.

Los hombres iban en busca de sus sombreros y las señoras besuqueábanse al despedirse, murmurando todas el mismo saludo: Hasta el año que viene. Que Dios nos conserve a todos la salud, para ver la procesión. Fueron desfilando todas las familias, y al fin quedaron solas las de Pajares, que esperaban a Juanito o Rafael para que las acompañase a casa.