United States or Portugal ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tengo forzosamente que ir a París, desde donde te escribiré. Lo que no puedo decirte aún es cuánto tiempo estaremos separados. Me ha faltado valor para despedirme de ti. Si te veo no me voy. El cariño que te profeso me autoriza, sin que puedas ofenderte, para pensar en ti, por si tardo en volver, y te dejo ese papelillo, que es un talón contra el Banco: puedes cobrarlo aquí o en Madrid.

¡, es mucha Curra esa! dijo lastimeramente una señora vieja, avellanada, pringosa, que asomaba entre rasos y blondas, como en su papelillo calado un dulce de almíbar. Yo nunca creí que tuviera valor para presentarse aquí esta noche observó otra. ¡Bah!... A eso y mucho más llega su desvergüenza. ¿Su desvergüenza? preguntó Diógenes . ¿Y por qué? ¿Por qué?... Capaz serás de defenderla.

Luego se marchó para que Edwin pudiese volver á leer con toda calma aquel papelillo que contenía todo un mundo de felicidad. La dulce miss Margaret Haynes le telegrafiaba para ordenarle que volviese cuanto antes, añadiendo que si había recibido un despacho de su madre con la noticia de que ella estaba gravemente enferma no hiciese caso alguno.

Al volver a casa presentábase el papelillo azul, que abría ella con mano trémula: «Sin novedadPodía respirar, podía dormir, como el reo al que se libra por el instante de una muerte inmediata; pero a los dos o tres días, otra vez el suplicio de lo incierto, la terrible tortura de lo desconocido.

Y añadió dirigiéndose a Montenegro: Déjame ese papelillo en la cámara oscura y ojalá se os caigan las manos antes de traerme más recetas, como si fuese yo un boticario. El viejo se alejó con paso tardo y balanceante hacia el fondo de la bodega, y Montenegro salió de ella pasando por el taller de tonelería antes de regresar al escritorio.

Examinaba atentamente el gobernador el papelillo, creyendo encontrar alguna clave oculta o algún santo y seña misterioso entre aquellos diversos caracteres de letras, rechondas y apretadas unas, largas y finitas otras, diminutas cual patitas de moscas entrelazadas que se prolongasen en forma de cadeneta, las últimas.

Con ayuda de doña Lupe, que se horripilaba oyendo contar el paso de la noche anterior, pusieron en cada papelillo cantidad proporcionada de sal o azúcar molida, y bien dobladitos como estaban, volvieron a meterlos en la mesa de noche.

Mi tía acocaba sépalos sobre la rodilla; Angelina, pincel en mano, delante de un gran plato, y cercano el papelillo de arrebol, pintaba pétalos de rosa. Empapábalos primero en agua acidulada, los enjugaba después entre los pliegues de una toballa y luego les aplicaba la tinta.