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Si todos los esfuerzos de la imaginación no bastarían a representarnos a Cristo de frac, tampoco hay razonamiento que nos pueda convencer de que esta comedia palaciega tiene nada que ver con el Evangelio. Los platos eran tomados en la puerta, de manos de los criados, por las estiradas personas que hacían de camareros en tan piadosa ocasión.

Figuráos que yo, por orden de don Rodrigo, estoy desde el obscurecer acechando á los que salen del alcázar por la puerta de las Meninas. Palaciega historia tenemos. Figuráos que poco después baja una dama por las escalerillas de las Meninas, y se mete en una litera. ¿Dama y tapada? , señor. ¿Estás seguro que no era dueña? Andaba erguida y transcendía á hermosa.

Sin embargo, por no hacer una ofensa, sin previa explicación, al duque de Orleans, le escribió el mismo día en que habían ya los periódicos publicado esta carta de intimidación que no podía ser conocida más que por una indiscreción palaciega, diciéndole que la supresión del párrafo por los periódicos adictos a su corte, no podía atribuirse más que a una ligereza de su carácter, y se veía él obligado a dejarlo en suspenso; decíale también al príncipe que, apreciando debidamente esta necesidad de honor, confiaba no lo atribuiría a la intención de ofenderle.

Jamás notó Lázaro cosa que disonara en el tranquilo concierto de aquella existencia casi monacal, donde todo estaba dispuesto y regulado de antemano, como en ceremonia palaciega; pero semejante al sordo ruido de vientos lejanos, creyó escuchar algunos días el rumor de murmuraciones engendradas en las porterías, robustecidas en las antecámaras y detenidas por el miedo ante las puertas del despacho donde trabajaba el bueno del obispo.

Ningún lujo, ninguna preocupacion de ostentacion artística ó palaciega! Tal parecia como si el palacio fuese una residencia de simples bourgeois alemanes. Confieso que, si bajo el punto de vista artístico quedamos muy descontentos, el espectáculo nos gustó mucho como rasgo indicativo de las costumbres alemanas.

La novia del Saleri cantó, acompañada por Primo, un jaleo o canto gitano, que tampoco fue de mi gusto. El conde permanecía grave, silencioso, apurando con sosiego las cañas que le vertían, respondiendo a las preguntas con exquisita cortesía, cual si se hallase en una recepción palaciega. Su actitud, correcta, contrastaba con los modales descompuestos, rufianescos, de los amigos.

Reinando Isabel I, un Tumbaga ideó poner cruces en las torres de la Alhambra. Bajo Carlos de Gante, cuando la nobleza castellana se hizo de turbulenta cortesana y de independiente palaciega, trocando hierros y armaduras por rasos y brocados, un Tumbaga fue el primero que se presentó en la corte llevando sobre los guantes de gamuza las armas de su escudo bordadas con sedas de colores.

El carácter tétrico del rey; su indolencia; su repugnancia, mal encubierta, á la gestión de los negocios públicos; su falta de instrucción y de ingenio, hacían de él un rey vulgarísimo, en el cual ningún ministro podía apoyarse confiadamente, puesto que cualquiera intriga mal urdida bastaba para dar al traste con el favorito y para establecer esa sucesión ruinosa de gobernantes egoístas é interesados que, desprovistos de todo pensamiento noble y fecundo, alentados sólo por una ambición repugnante, dan el miserable espectáculo de una lucha mezquina, que acaba por empequeñecer, por degradar á la nación que sufre con paciencia esta vergonzosa guerra palaciega.

Hija mía, no sea usted material... No lo tengo precisamente en el bolsillo, pero como si lo tuviera... Un día de estos me lo ha de traer Muñoz y Sones... Y acostumbro pensar las cosas con tiempo... Francamente, no me gusta tener gruesas sumas en casa, porque aun en esta vecindad palaciega hay mala gente... Sin dar importancia a los proyectos rentísticos de Cándida, Milagros observaba el vestido.

Se creía estar oyendo a la persona que imitaba. Pero sólo en el seno de la confianza le gustaba mostrar esta habilidad. Algunas veces, cuando estaba de humor, inventaba una recepción palaciega. Hacía sentar a Clementina en un trono que armaba rápidamente en medio de la sala. Los ministros, los altos personajes de la política desfilaban por delante de la reina y pronunciaba cada cual su discurso.