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Los que en otras horas del día rondaban por cerca de las faldas, con miradas invitadoras y palabras insinuantes, permanecían tendidos en las cubiertas.

El perfume de sus pañuelos la embriagaba, deslumbrábale el brillo de sus joyas, y las palabras lisonjeras, insinuantes, con que la envolvía sin cesar arrullaban dulcemente su corazón virginal. Según trascurría el tiempo iba perdiendo paulatinamente aquel humor chancero. Se había hecho más grave, más reservada y tímida. Creció asimismo su susceptibilidad hasta lo indecible.

La avasalló un deseo ardiente de compartir con él todo lo que se agitaba en su alma. Pronto Lucía los dejó solos junto a la iglesia cuyo atrio había quedado desierto. Escúcheme, Julio comenzó ella hasta ahora nunca he alcanzado a decirle lo que significa usted para ... No importa, Adriana. Las palabras hubieran tal vez empobrecido la claridad que de usted me llega.

Aunque había comenzado a hablar en tono muy bajo, como me hallaba tan preocupado, descuideme y fui alzando la voz sin notarlo. Algunas palabras sueltas debieron de haber llegado a los oídos de las cigarreras más próximas, porque las oía repetidas en voz alta acompañadas de risas y jarana. No hice caso.

Se encontraban a menudo cavando cada cual con los ojos en el rostro del otro para encontrar el secreto.... Pero nada de palabras. Doña Paula encogía los hombros y Froilán reía pasando la mano por las barbas de puerco-espín que tenía debajo del mentón afeitado. Allí lo serio era el dinero. Las cuentas siempre ajustadas, limpias. Froilán era fiel por conveniencia y por miedo.

El Mosco y su ayudante preparaban el asalto en silencio, hablándose sin que sus palabras sonaran, moviéndose sin que sus pasos produjeran ruido. A Maltrana le parecían fantasmas... ¡Arriba! El Chispas apoyó un pie en las manos de su maestro, arañó la tapia, y en un instante se puso a horcajadas sobre ella. ¡Ahora, los perros!

Evitaba el mirarlo, para no sufrir una timidez que cortaba sus palabras. Hablaba como si estuviese sola, exteriorizando su pensamiento en un monólogo. ¡Dulce noche! ¡Vida fantástica de ensueños maravillosos desarrollados en la sombra!... Ella se había visto conviviendo con él en uno de aquellos países de América hacia los cuales marchaba el buque.

Andrés lo advertía con disgusto, porque deseaba tomase sus palabras en serio. Yo te quiero mucho, Rosa; más de lo que piensas... Y ¿para qué me quiere usted? preguntó volviendo hacia él su rostro y mirándole fijamente. Andrés quedó un instante suspenso. Te quiero... yo no por qué te quiero... No lo puedo remediar.

Y confundidos con los libros vetustos aparecían otros de cubierta flamante y roja, cuadernos de propaganda socialista, folletos en todos los idiomas de Europa, y periódicos, muchos periódicos, con títulos que evocaban la revolución. Tchernoff no parecía gustar de visitas y conversaciones. Sonreía enigmáticamente á través de su barba de ogro, ahorrando palabras para terminar pronto la entrevista.

El fracasado alzamiento de Estenoz debe, por el contrario, impulsarnos á tomar medidas para lo porvenir; debemos, en otras palabras, poner los medios para impedir un nuevo brote racista que acaso resultaría más difícil de vencer, pues no siempre tendremos que habérnoslas con jefes tan prudentes como Estenoz ni con gobiernos americanos tan honrados como el que en la actualidad rige los destinos de la Gran República.