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Ni más ni menos, ni menos ni más. Los combatientes son los hijos de este país. Los enemigos son los extranjeros. En España, en el mismo Madrid, el dinero es una gran necesidad. En Paris es una gran plaga, una gran peste; en fin, es una guerra, con todos los peligros, con todos los sustos, con todas las calamidades y las desdichas de una guerra.

No son menores las ventajas naturales que presenta en aquel pais el reino mineral.

Murió pobre, y dejó una familia de pueblos. México tenía mujeres y hombres valerosos que no eran muchos, pero valían por muchos: media docena de hombres y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país. Eran unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal, y un cura de pueblo que quería mucho a los indios, un cura de sesenta años.

Los españoles serian muy inferiores con su condesa de Vero-Dodat, á los franceses con el nombre sencillo y honrado de su salchichera. En muchas provincias de nuestro país no se piensa sino en ganar cinco ó seis mil duros, para comprar un baston de borlas y hacer el doctor, ó el paseante en córtes.

Allí pasé los quince días más tranquilos y más felices de mi vida, trabajando por la mañana, muy temprano, y a primera hora de la noche, y recorriendo durante el día el mágico país que me rodeaba, los valles de Campan y de Lesponne, el convento de Medous y el Elysée Saint Paul.

El apellido de los duques de Alba dijo Stein es Álvarez, y así se llama también mi patrón, que es un buen hombre, lleno de honradez y tendero retirado. Me causa mucha extrañeza ver que en este país los nombres más ilustres son comunes a las clases más elevadas y a las más ínfimas. ¿Será cierto lo que se dice en mi país, que todos los españoles se creen de noble sangre?

Era el organizador y el hombre de acción de todas las asociaciones piadosas. Su ideal consistía en tener á los liberalitos en un puño y no dejar que las gentes de la Maketania se apoderasen del país.

Los viejos del país, que saben adivinar la edad de los caimanes, le atribuían unos cuatrocientos años. Tal vez había visto de pequeño cómo los primeros españoles remontaron el río en sus naves de velas cuadradas con leones y castillos pintados. Allá está «el Tatita» decían los del hierbal.

No, no era cierta la afirmación del centauro. En tiempos normales, tal vez. Lejos del país de origen y cuando no corre éste ningún peligro, se le puede olvidar por algunos años. Pero él vivía ahora en Francia, y Francia tenía que defenderse de enemigos que deseaban suprimirla. El espectáculo de todos sus habitantes levantándose en masa representaba para Desnoyers una tortura vergonzosa.

Total: que la esposa del héroe de Cerro Pardo poseía una colección enorme de alhajas, y los maliciosos las encontraban iguales á las que habían comprado en Londres y en Nueva York ciertas familias del Méjico anterior que andaban ahora vagabundas, lejos del país.