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Mi dolor no os alborote, aunque más terrible sea, pues, por pagaros escote, aquí lloró don Quijote ausencias de Dulcinea del Toboso. Es aquí el lugar adonde el amador más leal de su señora se esconde, y ha venido a tanto mal sin saber cómo o por dónde. Tráele amor al estricote, que es de muy mala ralea; y así, hasta henchir un pipote, aquí lloró don Quijote ausencias de Dulcinea del Toboso.

Estoy con todo esto tan seguro De que al fin mostrareis que sois Romanos, Que tengo en nada el defendido muro Destos rebeldes barbaros Hispanos, Y asi os prometo por mi diestra y juro Que si igualais al animo las manos, Que las mias se alarguen en pagaros, Y mi lengua tambien en alabaros.

Pues allí está, en el primer bastidor... con don Bernardino de Cáceres que, como sabéis, es el perro de la Dorotea. Voy, voy á verle; pero antes tengo que pagaros vuestras noticias con otras no menores. ¡Qué! ¿Qué sucede? exclamaron todos. El alférez se metió más al centro y dijo en voz baja y con sumo misterio: ¡Hay novedades! Novedades, ¿y en dónde? Novedades en palacio. ¡Ah! ¡Oh!

REY. Jacinto, no ignora El alma lo que aveys hecho; Mas, pues los indicios forman Tanta culpa, errores tantos Que en vuestro honor se acrisolan, Lo hecho está muy bien hecho, Y por mi palabra heróyca Os prometo de pagaros El respeto á la persona De Enrique, siendo desde oy Vos dueño de mi corona, Siendo mi amigo, mi amparo, Siendo mi privança toda, Siendo un exemplo de vida, Siendo archivo de la honra, etc.

Sin embargo, hacéis muy buenos negocios; debéis estar rico, Montiño; además de que la vianda de su majestad debe dejaros buenas ganancias, siempre me estáis pidiendo oficios. Y yo os agradezco á vuecencia... No hago más que pagaros vuestros servicios; sois inteligente y activo; y luego... vos me servís bien... es decir, servís bien á su majestad. Volvió á inclinarse Montiño.

Pero quisiera pagaros ahora mismo; ¡odio las deudas!... Existe un medio, quizá, sin vender los terrenos... Richard, ¿queréis ser mi marido, señor cura dijo madama Scott, riendo, fui yo quien salí al encuentro de mi marido: yo quien le pidió su mano; esto lo podéis decir a todo el mundo, porque es la verdad.

No merezco pisar la tierra que vosotros pisáis... Adiós, Clara añadió levantándose . No tengo más que un medio de pagaros la ofensa que os he hecho... ¡Rogad a Dios por ! Y dio precipitadamente algunos pasos hacia la puerta. Clara corrió a ella y la detuvo por la mano. ¿Adónde vas, criatura? La arrastró de nuevo hasta la butaca y volvió a sentarla.

-No niego, hermano Andrés -respondió el labrador-; y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados.

Permaneceré cerca de vosotras para haceros olvidar la penas que os he causado y emplearé mi vida entera en pagaros mi deuda de ternura. Y quién sabe si comparando lo que seré con lo que he sido, llegaréis á pensar que la providencia aparentó perderme para salvarme mejor.

En todas partes recibía la misma respuesta: «Vuestra causa es muy dudosa, tenéis adversarios ricos y temibles, se necesita dinero, mucho dinero, para llevar a cabo el pleito, y ya no os queda nada. Os ofrecen pagaros las deudas y diez mil dollars, aceptad, vended el pleito