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¡Qué situación, qué compromiso! decía la muchacha . ¿Pero dónde está el pobre don Paco? Ahora tendré que ir a casa sola o con usted.

Al cabo de unos instantes D.ª Faustina dió el alto. Considere el lector lo que entonces pasó por el corazón de D.ª Feliciana. Si no fuese porque Paco la miraba fijamente y sonriendo, es seguro que aquella noche D.ª Faustina hubiera oído las verdades del barquero. Otras cinco veces entraron de golpe las bolas de boj en la bolsa, y otras tantas salieron una á una y con pausa.

Paco adivinó y admiró. «¡Sólo el genio tenía aquellas revelaciones!». Sin pensar en que secundaba planes mefistofélicos, dijo en voz baja: Papá, no conozco más quinta que reúna las condiciones de Benítez que una... que está a nuestra disposición....

Don Andrés, aunque muy estimulado por la curiosidad, se armó de paciencia y de calma y aguardó dos o tres horas antes de dar un paso para descubrir lo cierto. Bien sabía él que el mayor amigo y confidente de don Paco era el maestro de escuela, y a eso de las ocho, cuando ya la escuela había empezado y don Pascual debía de estar en ella, don Andrés le envió a llamar a su casa.

Juanita, después de los saludos de costumbre, dijo a don Paco, que pretendía que le abriese: Mi madre no ha vuelto aún. No cuándo volverá. Estando yo sola no me atrevo a abrir a usted la puerta y a dejarle entrar. La gente murmura ya contra nosotros, y murmurará mil veces más si yo tal cosa hiciera. Váyase usted, pues, y perdóneme que no le reciba.

Don Paco estaba ya casi encima del bandido, y al mismo tiempo que éste disparaba, le sacudió tan tremendo garrotazo en el brazo izquierdo, que le hizo soltar el arma y dar con ella en el suelo. El tiro salió antes, pero torcida ya la dirección, las postas, sin tocar a don Paco, fueron a agujerear el muro.

Ana oía vagamente los ruidos de la cocina donde Pedro disponía con voces de mando los preparativos de la comida; el rumor de los surtidores del patio y las carcajadas y gritos de su marido, de Visita, de Edelmira y de Paco, que iban y venían por las escaleras, por los corredores, por la huerta, por toda la casa. No había visto al Provisor entrar.

De este modo se libertaba Villalegre del tributo a que estaba sometida en lo antiguo, haciendo venir de la ciudad vecina, siempre que había función, a los músicos, a quienes apellidaban en el lugar tragalentejas. Don Paco paseó a sus amigas por toda la feria, dando no poco que murmurar, según habían previsto.

Pero ¿a qué vienen esos lloros?... ¿Qué han hecho las niñas? Señora dijo al fin D. Paco entre sollozos, hipidos y babeos ; me han pegado, me han arrastrado, me han... Asuncioncita se puso a imitar a la gente de los paseos. Presentacioncita bailó el zorongo, el bran de Inglaterra y la zarabanda... Luego pasó por la calle un caballerito, miró adentro y les arrojó este billete.

Y se exponía, además, a que don Paco no quisiese aguantar la lección, prescindiese de todos los favores que le debía y le buscase camorra. Don Andrés no se arredraba ante la previsión de un duelo.