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Volvieron todos lentamente á la terraza superior y apenas llegados lanzó Simón una exclamación de alegría. ¡Albricias! exclamó. ¿Oís? Es el canto de guerra de la Guardia Blanca. Antes de bajar me pareció oirlo también como un eco lejano, pero no estaba seguro de ello. Nuestros amigos llegan. ¡Oid! Todos se pusieron á escuchar. La duda no era posible.

¿Dónde vais, caballero? dijo á Quevedo un criado de escalera arriba. Quevedo no contestó, y siguió andando. ¿No oís? ¿dónde vais? repitió el sirviente. ¿No lo veis? voy adelante contestó sin volver siquiera la cabeza Quevedo. Perdonad dijo el lacayo, que alcanzó á ver en aquel momento la cruz de Santiago en el ferreruelo de don Francisco.

Valientes escuadrones Que en ardorosos potros Oís con lanza en ristre Los ecos del clarin, En cargas redobladas Romped esas legiones, Que alzan bandera roja Del campo en el confin! Tranquilos artilleros, Al pié de la cureña, Ardiente lanza-fuego Tended sobre el cañon; Y entre humo y entre sangre, Y en nubes de metralla Vomite cada bronce Muertes y destruccion!

29 porque a vosotros es concedido acerca de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, 30 Teniendo el mismo conflicto que habéis visto en , y ahora oís estar en . 2 cumplid mi gozo; que sintáis lo mismo, teniendo una misma caridad, unánimes, sintiendo una misma cosa. 4 no mirando cada uno a lo que es suyo, mas a lo que es de los otros.

1 Y fue, que acabando Jesús de dar mandamientos a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. 2 Y oyendo Juan en la prisión los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3 diciendo: ¿Eres aquel que había de venir, o esperaremos a otro? 4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis:

24 Les dijo también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros, y será añadido a vosotros los que oís. 25 Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 26 Decía además: Así es el Reino de Dios, como si un hombre echa simiente en la tierra; 27 y duerme, y se levanta de noche y de día, y la simiente brota y crece como él no sabe.

¿Lo oís, panolis? exclamó el valentón . Mirá cómo un cabayero que lo sabe too encuentra que mi idea es güena... Pero si es que os fartan riñones pa sacarle el dinero a un rico, poemos hacer la partía pa perseguir a los indios. Allá hay muchos, ¡muchos!

Alegraríame que fuese cerca, porque llueve que cala y ciegos andamos. ¿No oís? Campanillas. De mulas de coche. Muy ruidoso me hacéis. No hay por qué taparse. Alégrome. Pero ya llegamos. ¡Eh, Andresillo, la meseta á este caballero para que suba! No veo dijo Quevedo. Guiaréos yo; delante tenéis la meseta.

Después de algunos minutos, la señora de Maurescamp tomó el partido de mandarlo a acostar, puesto que no servía para otra cosa. El niño acababa de salir, cuando una fuerte ráfaga de viento sacudió las persianas del salón. ¡Ah! ¡Dios mío! exclamó Juana , ¿oís? es una verdadera tempestad y nieva también, ¿verdad?

Aquí en Francia tienen á Clemente de Chartres y algunos otros artífices de mérito, dedicados á esta misma clase de trabajos. Pero ¿oís? Ya suena otra vez el clarín bélico para recordarnos que vivimos bajo la mano férrea del conquistador y no en las regiones donde impera el arte. Señal es esa también para nosotros, dijo Gualtero al oir el toque de los clarines.