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Sus labios murmuraban el consuetudinario rezo nocturno: «Un Padrenuestro por el alma de mamá...». Oyéronse en el corredor pisadas recias, crujir de botas flamantes, y la puerta se abrió. Tomo II

Como vos me la daréis á , señor de Clisón, exclamó á su vez Sir Vivián Bruce. Ocasión inmejorable, se oyó decir entonces al barón de Morel, para que tan lucida lanza gascona como la del señor de Pomers me haga el honor de cruzarse con la muy humilde mía. Oyéronse en pocos instantes una docena de retos, que revelaban la mala voluntad y los rencores existentes entre gascones é ingleses.

Oyéronse en la sala fuertes murmullos por algunos instantes, y un marinero contestó después muy recio: Quince hombres y veinte mujeres. Enestonces, debe haber en la mantilla ... veinte y diez, treinta, y cinco, treinta y cinco.... Treinta y cinco riales ... menos treinta y cinco chavos. Cabales....

Dio comienzo el acto segundo. Clotilde tenía algunas escenas patéticas: al comenzarlas se produjo un poco de ruido en el público y esto bastó para que se desconcertase y lo hiciese rematadamente mal, como nunca lo había hecho en su vida. Oyéronse no pocas toses y fuertes murmullos de impaciencia.

Oyéronse en esto grandes alaridos y llantos, acompañados de profundos gemidos y angustiados sollozos; volví la cabeza, y vi por las paredes de cristal que por otra sala pasaba una procesión de dos hileras de hermosísimas doncellas, todas vestidas de luto, con turbantes blancos sobre las cabezas, al modo turquesco.

Oyéronse los silbidos de siete u ocho flechas; pero, disparadas de muy lejos, sólo dos conservaron fuerza para clavarse en los bambúes del corredor. Malos correos dijo uno de ellos. ¡Y tan malos!: ¡como que están envenenados! añadió Van-Horn . Por fortuna, a esta distancia no pueden herirnos mientras no nos descubramos.

Al punto que entró D. Pedro, oyéronse estrepitosas risas en la sala; pero doña Flora salió al punto a la defensa de su amigo, diciendo: No hay que criticarle, pues hace muy bien en vestirse a la antigua; y si todos los españoles, como él dice, hicieran lo mismo, con la costumbre de vestir a la antigua vendría el pensar a la antigua, y con el pensar el obrar, que es lo que hace falta.

La sed de ver se nutría del temor de ver, englobándose uno en otro, miedo y apetito, para que el alma no supiera distinguir del suplicio el goce. Entonces oyéronse las notas medias del piano acordadas dulcemente, indicando un motivo lento y sencillo de escaso interés musical, pero que semejaba una advertencia, el érase una vez del cuento maravilloso.

Oyose en la sala una retahíla que parecía oración o romance de ciego; oyéronse bostezos, sobre los cuales trazaba cruces el perezoso dedo.... La familia de piedra dormía. Cuando la casa fue el mismo Limbo, oyose en la cocina rumorcillo como de alimañas que salen de sus agujeros para buscarse la vida.

Oyéronse de pronto, bajo la carena, fuertes crujidos, que iban aumentando en intensidad, y el junco, que el viento empujaba hacia en medio de la bahía, se inclinó más. ¡Resbalamos por el banco! gritaron Hans y Cornelio. ¡Y los salvajes adelantan! exclamó Horn . ¡Eh, Lu-Hang, mándales unos cuantos confites a esa cáfila de brutos!