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Mi yate tuvo que fondear fuera del puerto, entre otros buques. Había muchos trasatlánticos: cuatro de los Estados Unidos, uno del Japón, otro de la América del Sur, varios de Australia y Nueva Zelanda, todos con viajeros llegados del otro hemisferio para ver á Spadoni. Después de saludar con veintiún cañonazos á Mónaco, salté á tierra entre los ¡hurras! de los marinos extranjeros.

Por no separarse de su mujer, a cambio de las migajas de su amor, sufría aparentando desconocer su vilipendio, se burlaba de otros maridos infortunados, pretendiendo garantizar con la osadía la falta de vergüenza; hizo papel de engañado, y así, insensiblemente, fue pasando de la debilidad a la costumbre y de la costumbre al envilecimiento, hasta ser un ejemplar extraordinario, un caso de ceguera moral inverosímil y absurdo.

Quien recuerde otras Vírgenes y otros ángeles pintados por él, y se haya asombrado, como nosotros, al considerar hasta qué punto negó la naturaleza á tan soberano artista el don de crear tipos afables; quien se haya asustado al ver aquellas Marías tan duras, ásperas y feroces, y aquellos niños de tan salvaje y desapacible aspecto, comprenderá toda la verdad é importancia de lo que digo.

Pepet, su hijo, estaba llamado a más altos destinos: iba a ser cura, y después que cantase misa entraría en un regimiento o se embarcaría con rumbo a América, como lo habían hecho otros ibicencos que recogían allá mucho dinero y lo enviaban a sus padres para comprar tierras en la isla.

Cada una de ellas contenía en posdata esta pregunta: «Y , ¿por qué no me envías tu retratoPreguntas que obtuvieron en su día las correspondientes respuestas. La de Lucrecia fue en estos términos: Por no asustarte. Y la de Alejandro en estos otros: Porque desde el contratiempo que sabes, no me conocerías. También iban en posdata estas respuestas.

Andrés Garín, religioso de la Orden de Santo Domingo; Manuel Don Lope, noble de Zaragoza; Alejandro Toregli, banquero de París, natural de Luca, y otros testigos.

Una parte de los derrotados y otros muchos patriota, irritados en vista del proceder de Zuazola, se refugiaron en Maturin, donde Piar y Azcúa mandaban durante la ausencia de Bermudez, y cuyos jefes lograron desbaratar con solo 500 hombres, en una salida que hicieron de la plaza, á 1.500 mandados por Don Lorenzo de la Hoz, rechazando despues á fuerzas mayores todavia, y poniendo al capitan general en el caso de presentarse en el teatro de la guerra á dirigir por mismo las operaciones.

Esta noche duerme en casa del señor cura un desgraciado loco que va de paso. ¿Para donde?... ¿Y cuál es su manía? La más extraña y disparatada que puedes imaginar. Ha dado en creer y sostener que es Rey de España. ¿Y quién lo conduce? Otros tan locos como él. Eso no puede ser dijo Navarro prontamente , porque los locos no conducen a los locos.... Alguien habrá entre ellos que tenga razón.

Desde esta fecha hasta la llegada del capitan de fragata Domingo Monteverde, natural de Canarias y al servicio de España, hubo algunos encuentros, prósperos unos y adversos otros, entre las tropas federales mandadas por los coroneles Francisco Gonzalez y Moreno, Manuel Villapol y Francisco Solá y las españolas; estos combates tuvieron lugar en Santa Cruz de la Soledad, en las aguas entre el caño de Macareo y el de Pedernales, en Barrancas, en Lorondo y en Angostura, donde, despues de un grave descalabro en que Villapol tuvo que fortificarse en Maturin para salvar su gente, Moreno y Solá desaparecieron, dejando sus soldados en el mas criminal abandono y á merced del enemigo.

Y entendido por el Inca la cantidad de mancebos é mozas solteras que habia en los tales pueblos é provincias, mandó á aquellos señores, sus tres buenos amigos, que luego se partiesen para los tales pueblos é provincias, é que llevasen consigo todos los caciques é señores que al presente allí eran con él, en presencia de los cuales, en cada pueblo é provincia que llegasen, casasen los mozos de una provincia con las mozas solteras de la otra, é las mozas solteras de la otra con los mancebos de la otra; é ansí fuesen haciendo por las tierras é subjeto de aquellos señores caciques que con él eran, para que creciesen é multiplicasen é tuviesen perpétua amistad, deudo y hermandad los unos con los otros.