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Y en lo tocante a la unión íntima del alma con Dios y al propósito de la ciencia mística, tampoco va tan lejos Tofail como en sus términos y frases muchos místicos ortodoxos de Alemania, de Italia y de España. Lo que se echa de menos en la mística de Tofail es, ya que no la carencia, la poca energía del amor que aspira y logra la unión más que la inteligencia pura.

Hotba ó Kotba equivale á sermon, plática, arenga. En ella se contiene una especie de rogativa por la salud del soberano reinante, que concluye en estos términos: «Oh mi Dios, misericordioso con los Califas ortodoxos, distinguidos por la doctrina, la virtud y los celestiales dones de que los has colmado, que han juzgado y obrado segun la verdad y la justicia. ¡Oh mi Dios!

«Lo que se ha hecho allí conmigo no se hace con ningún cristiano». Tenía el estilo sembrado de frases y modismos puramente ortodoxos, pero protestaba en seguida contra «aquellas metáforas y solecismos del lenguaje».

Lázaro buscaba la verdad en todas partes; en los grandes escritores paganos, como en los Padres de la Iglesia; en los heresiarcas más ilustres y los ortodoxos más severos; en los mantenedores del sentimiento religioso y en los descreídos pensadores modernos.

Tengo entendido que los habitantes de la ciudad se glorían mas de producir mucho vino y aceite, que del honor que le cupo á Tarragona de ser en tiempos mas ortodoxos el asiento de mas de cien concilios. Un excelente ferrocarril de 13 kilómetros de trayecto, construido por una compañía francesa, y acaso el mas lujoso de España, liga á Tarragona con Reus, pasando por el pueblo de Vilaseca.

Sin duda la profesión de bellaco, que es entre los musulmanes y que por tantos siglos ha sido en la cristiandad el medio más rápido y eficaz de conquistar honores y privilegios y de alcanzar títulos de nobleza, en el achatamiento universal de los pobres de espíritu que elaboraba la Iglesia, se viene haciendo cada vez más peligrosa y menos lucrativa y honorífica, con el reverdecimiento de la energía al influjo de los ideales modernos, pero, todavía, y particularmente en los países católicos y ortodoxos, el inquilino de la sociedad contemporánea está instalado en un plano fuertemente inclinado hacia la perversidad humana, resultando siempre más o menos ineficaces para contenerlo arriba todos los terrores en uso, civiles o religiosos, y todos los surtidores permanentes o occidentales de energía moral.

Buena ocasion era esta en efecto para lanzar al estudio de las discusiones arqueológicas una especie nueva sobre el orígen de la ojiva en el occidente, si quisiéramos seguir el erróneo sistema de los que creen que toda forma arquitectónica ha de tener una procedencia única, como la especie humana á la cual damos los ortodoxos una sola cuna.