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Una de las visitas que el viajero no debe dispensarse en Rio Janeiro, es la del establecimiento de locos que está situado frente por frente del paseo de Bota-fogo y á orillas del mar.

Ni es necesario fijar aquí el tiempo empleado en el descenso; está inscrito en las crónicas de Bar Sansón. Sólo diré que al cabo de un momento, pareciole a Federico que le salpicaba el barro de las inundadas orillas de Rattlesnake-Creek.

Bañada por el sol de la mañana que hacía vibrar las ondas del río y cantar el aire en las flexibles cañas que se levantan en ambas orillas, allá va su blanca silueta agitando negro penacho de humo ¡la nave del Estado, dicen, humea mucho tambien!... El silbato chilla á cada momento, ronco é imponente como un tirano que quiere gobernar á gritos, de tal modo que dentro nadie se entiende.

Algunos rios de las montañas, como el de Amantala, por ejemplo, suelen causar fiebres intermitentes á los moradores de sus orillas, sobre todo en las estaciones lluviosas; pero son contados los lugares donde esto sucede, y el resto de la provincia se halla exento de tales daños.

La riqueza vegetal de aquellas costas, bañadas por un sol de fuego que hace fomentar los infinitos detritus de los bosques, la abundancia de frutas tropicales, a las que el estómago del hombre de Occidente no está habituado, los cambios rápidos de la temperatura, la falta forzosa de precaución, la sed inextinguible que origina transpiración de la que aquel que vive en regiones templadas no tiene idea, la imprudencia natural al extranjero, son otros tantos elementos de probabilidad de caer bajo las terribles fiebres palúdicas de las orillas del Magdalena.

Estos huesos, segun me informaron, se hallan tambien en las orillas de los rios Paran

La segunda jerarquía, la constituye la taga-tabi, la que generalmente vive por las orillas del pueblo, y se diferencian poco de la primera clase en cuanto á usos y costumbres.

Sólo el vocerío de una bandada de papagayos rompía el silencio que reinaba en las orillas del río. El ruido de la batalla que habían oído la noche anterior nuestros náufragos, había cesado por completo. Al parecer, los piratas y sus enemigos se habían alejado definitivamente de aquellos lugares.

Aquella encarnizada defensa, aquellas detonaciones, aquellos fogonazos, aquellos gritos, parecieron desconcertar a los asaltantes, los cuales se decidieron a retroceder hacia las orillas del banco, pero sin abandonarlo. Cinco de ellos yacían en la arena, y otros tres, heridos de gravedad, tal vez mortalmente, se agitaban con violentas convulsiones.

Nada se alcanza á ver entre los edificios de Melun que llame la atención como objeto de arte; pero la población no solo es risueña como todas las que demoran á orillas de un limpio y murmurante rio, sino que tiene interés bajo el aspecto comercial.