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En otros tiempos, en edad más temprana, se había sentido orgulloso de su facultad para el examen como de una verdadera potencia; pero los años le habían hecho ver que en aquello estaba precisamente su desgracia. En el mundo de las ideas, los horizontes extremos, las altas cimas le eran familiares; en la vida práctica, sus pasos eran menos firmes aún que los de un niño.

Sea en buena hora... Es probable que venga Simón mañana o pasado para darle cuenta de la resolución recaída en el asunto de los deslindes... Recuerde usted bien que es noblemente orgulloso y muy reservado.

Entonces, yo creía despertar de un sueño, y me encontraba solo con mi amigo el capitán de barco, orgulloso de , como el que exhibe un tigre aprisionado. ¡Infame! exclamó Blasillo.

Pero ven conmigo á tu camarote... Te vestirás mientras Marenval se levanta; él no es tan madrugador como yo y además las fatigas y las emociones de esta terrible jornada le habrán rendido... Pero está contento y orgulloso.

¡Y yo he desconocido... he rechazado un amor semejante! exclamó Arturo. Yo; yo sólo he sido culpable... pero repararé mis faltas, le consagraré mi vida entera... ¡se lo prometo, se lo juro! ¿Quién podría hoy vituperarme por ello?... ¡Estaré orgulloso de tener una amante como ella!

Estévanez, el famoso dramaturgo, el que empuñaba a la sazón el cetro del teatro, lo había tomado bajo su protección, le había prometido hacerlo representar, pero hasta la hora presente ninguna noticia tenía del éxito de sus gestiones. Era demasiado orgulloso nuestro joven para pedir estas noticias ni menos convertirse en pretendiente.

Le repito a usted que no se atrevería a decirlo. Y yo le repito a usted que como ello fuese verdad me juzgaría tan orgulloso que se lo haría saber a todo el mundo, y lo publicaría a gritos... ¡Cómo! ¿Te atreves a decir?... La verdad. ¿Se atreve usted a afirmar que Antoñita le ama? Me atrevo a decir que ha hecho buena acogida a mis pretensiones y que ayer mismo... ¡Acaba!

Quise en Argentina cultivar la tierra, pero fracasé completamente, y volví al periodismo vagabundo, lo que me hizo marchar de República en República, siempre hacia el Norte. No recordemos esta época de literatura ambulante y servil. Otro, tal vez estaría orgulloso de ella, y hasta escribiría sus Memorias.

En concreto, nada le había dicho Tónica; pero a pesar de esto, el joven, con instintiva confianza, creía en su felicidad, y aquella noche fue la primera de satisfacción y calma, después de las rabietas e inquietudes que le había producido la timidez de su carácter apocado. Ahora... ¡oh! ahora era todo un hombre, y así lo reconocía satisfecho y un tantico orgulloso de su audacia.

Me equivoqué, pues él no los aprovechó. Me siento orgulloso de haber soportado con un valor heroico la lectura, que fue bastante larga.