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A la derecha de su entrada se hallan las islas de Poro y Malacimbo. Sorsogon tiene buen caserío, siendo de notar la iglesia y convento, habitado, en la época que visitamos el pueblo, por un cura indígena de notable ilustración. Entre el convento y las opulentas casas de los señores Granados y Santos, pasamos el tiempo que permanecimos en aquel pueblo, de gran movimiento mercantil.

Suevia, Turingia, Sajonia, Dania, Gocia, Suecia, Noruega, Polonia, Rusia, deben sus mas famosas universidades y sus ciudades mas opulentas á los monasterios.

Sentada detrás de éste y haciendo calceta se hallaba la tabernera, cuyos ojos grandes, negros, aterciopelados, no se apartaban de la puerta explorando tenazmente las tinieblas de la calle. Era una espléndida andaluza de carnes opulentas, blancas, sonrosadas, de negra y ondeada cabellera y expresión grave y melancólica, como la de las mujeres árabes.

A la márgen derecha se extiende el barrio de San Gervasio, lleno de fábricas, almacenes y relojerías, dominado por la estacion de los ferrocarriles que giran hácia Francia, Losana y Neuchâtel, y ostentando en los malecones y muelles, en las riberas del lago y del rio, hileras de casas espléndidas y hoteles que parecen palacios suntuosos, y mas léjos un enjambre de graciosas ú opulentas quintas, parques, huertas y jardines.

Toda esta inmensa y heterogénea turba se levanta por la mañana, entumecida y macilenta, y al sentir el ruido cercano de los coches que circulan por las calles opulentas, recuerda que es en medio de su bullicio donde puede encontrar las limosnas y los desperdicios de la sociedad, ó la fácil explotación del orgullo, de los vicios ó la credulidad de los que se tienen por dichosos.

El Guadalquivir te traía aun en alas de sus ligeros buques los frutos de la feraz Sevilla; las opulentas regiones del Tarteso te regalaban aun el oro de sus fecundas minas. Una nacion entera estaba humillada á tus plantas y obedecia al menor de tus caprichos. Oía tu grito de guerra, y se lanzaba como un leon á la pelea; ordenabas la paz, y volvia al cinto su formidable espada.

Se hizo, en suma, lo que en todas las casas opulentas, menos bailar. Y aunque el personal por dentro dejaba mucho que desear, por fuera parecía tan pomposo y brillante como el de los demás palacios. Hasta había títulos de Castilla que honraban la tertulia con su presencia, entre ellos el marqués de Dávalos, tan loco y enamorado como siempre.

Eran ciudades opulentas, fundadas, segun opinaban algunos, por los españoles que se salvaron de Osorno y de los demas pueblos que destruyeron los Araucanos en 1599; ó segun otros, por los restos de las tripulaciones de los buques naufragados en el estrecho de Magallanes. Tenia murallas con fosos, rebellines y una sola entrada, protegida por un puente levadizo y artilleria.

Justo es consignar, que, en los últimos años del siglo XIX comenzó á realizarse un espléndido renacimiento del gusto antiguo, labrándose opulentas mansiones, algunas de las cuales supera en riqueza decorativa á las más famosas del siglo XVI; quede por consiguiente para el mañana la mención de ellas, y tributemos un entusiasta aplauso á los señores don Miguel y don Javier Sánchez Dalp, Marqués de la Motilla y de Víllamarta, Condes de Aguiar y de Torralva, Sres. don Eduardo de Ibarra y doña Regla Manjon, como restauradores de las gloriosas tradiciones constructoras sevillanas, sin olvidarnos del señor don Pedro Zubiría, que aun cuando ha preferido emplear en su casa el gusto francés moderno, lo ha hecho tan suntuosamente, que dejando aparte exagerados exclusivismos, debémosle reconocimiento los sevillanos por haber contribuido al esplendor de esta ciudad, rompiendo los estrechos moldes de rutinarios constructores.

Donde antes vivía un novillo colocaba ahora tres. «La mesa está puesta decía alegremente . Vamos en busca de nuevos convidados.» Y compraba á precios irrisorios el ganado desfallecido de hambre en los campos naturales, llevándolo á un rápido engordamiento en sus tierras opulentas. Una mañana, Desnoyers le salvó la vida.