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Cuando salía de la escena, venía presurosa a sentarse al lado de su novio, que se dignaba acogerla a veces con una sonrisa soberana, otras con indiferencia olímpica. Yo estaba escandalizado. Una vez me acerqué por detrás y escuché lo que hablaban. Clotilde llevaba la palabra sosteniendo con calor que el Subir bajando o el Bajar subiendo de Inocencio era mejor que Un drama nuevo.

En el tarjetero de la berlina traía Currita un papelito en que se veían apuntados gran número de nombres y de señas; hicieron dos visitas, a una magistrada del Tribunal Supremo y a una brigadiera de artillería, dignísimas señoras, a quienes, después de sacar los cuartos la olímpica condesa, puso en ridículo con desvergonzado gracejo, haciendo desternillar de risa a la inocente Margarita.

Derramó primero su mirada fascinadora, olímpica, por las butacas, dejando temblorosas y subyugadas a todas las niñas casaderas que por allí andaban esparcidas: después, con arranque sereno como el vuelo de un águila, alzóla al palco número once. No pudo reprimir un movimiento de sorpresa. ¿Con quién hablaba Clementina tan íntimamente? No conocía a aquel joven. Le dirigió sus diminutos gemelos.

Tal manera de considerar los sucesos se avenía bien con el carácter de D. Fadrique, corroborando su desdén hacia las menudencias, y su prurito de calificar de menudencias lo que para los más de los hombres es importante en grado sumo, y transformando su propensión á la alegría y á la risa en serenidad olímpica, digna de los inmortales. En su moral no dejaba de ser severo.

Merced a su reflexiva prudencia estuvo, pues, inmejorable. Inesita, por su estilo, estuvo asimismo muy bien. Su serenidad olímpica, su calma divina, no la abandonó ni un instante.

¡Vamos, vamos! exclamó con bondad olímpica el diplomático . No he visto nada como Madrid para motes y chismecillos... Todos queriéndose mucho, todos juntos noche y día, y todos arrancándose a tiras el pellejo y poniéndose en ridículo en cuanto vuelven la espalda... ¡Miren el puritano, el caritativo!... Ami de la vertu, plutôt que vertueux! Pues ya tenías tiempo de haberte ido acostumbrando.

Ya se sabía: hablar Teneyro y alborotarse el pueblo soberano, eran una misma cosa. ¡Y qué ceceo el suyo, qué ademanes tan graciosos, qué ira olímpica para apostrofar a las tribunas, qué lastimoso gesto, qué cruzar de brazos, qué arrugada cara, qué singular donaire para decir disparates, ya abogando por la Inquisición, ya por una soberanía popular a la moda, representada por una especie de concilio de párrocos y guerrilleros!

Vuestra energía viril tendrá con ello un estímulo más poderoso; puesto que hay la virtualidad de un interés dramático mayor, en el desempeño de ese papel, activo esencialmente, de renovación y de conquista, propio para acrisolar las fuerzas de una generación heroicamente dotada, que en la serena y olímpica actitud que suelen las edades de oro del espíritu imponer a los oficiantes solemnes de su gloria. «No es la posesión de los bienes ha dicho profundamente Taine, hablando de las alegrías del Renacimiento ; no es la posesión de bienes, sino su adquisición, lo que da a los hombres el placer y el sentimiento de su fuerza».

El dinero es una fórmula, un medio de cambio declaró con olímpica suficiencia Juan Bou . ¿Y si llega un día en que no haya dinero, en que no represente nada el dinero, porque las cosas, o mejor dicho, el servicio A y el servicio B se cambien directamente sin necesidad de ese intermediario? Chúpate esa dijo por lo bajo el estampador a compañero.

Y si por dicha llegaba a celebrarlos con olímpica benevolencia, el poeta peregrino se llenaba de entusiasmo, de fe y de aliento para atreverse a mayores cosas y ser en su tierra trasunto, arrendajo, o copia en menor escala, guardando siempre la proporción debida, de aquel a modo de numen tutelar de que había acertado a proveerse.