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Pero dígame usted primero: ¿se acuerda usted bien de todo lo que aconteció entre usted y ella desde que la conoció? De todo. Cada una de sus palabras está impresa en mi memoria de una manera indeleble, y nada podrá hacerme olvidar jamás una sola de ellas. ¿Qué día la conoció usted? El 13 de julio del año pasado.

El marqués se rascó la punta de la oreja, y le contestó que la sociedad necesitaba un desagravio, y que pues en el Puente había dado el escándalo, era preciso que en el Puente se ostentase una obra cuyo mérito hiciese olvidar la falta del hombre para admirar el genio del artista. Y con esto, su excelencia giró sobre los talones y tomó el camino de la puerta.

Y Álvaro me contestó muy triste, ya sabes qué cara pone cuando habla así, me contestó: «Pche... para amoríos basta el verano. El invierno es para el amor verdadero. Además, la ministra, como la llamas, a pesar de todos sus encantos no consiguió lo que yo quería... hacerme olvidar... lo que no te importa. Y después de suspirar como sabes que él suspira, añadió Álvaro: ¿Dejar a Vetusta?

Si el viajero es norteamericano, encontrará un grupo de compatriotas que se muestran muy entusiastas en cuanto al porvenir de la Banda Oriental, nombre que se da a menudo al Uruguay, por estar al este del Plata, y si le es posible permanecer una semana en el suntuoso Ramírez o en Pocitos, jamás podrá olvidar las gratas impresiones que tan deliciosos lugares han de producir en su alma.

Los viajeros blancos encuentran justificada, hasta cierto punto, la protesta de Estenoz, "porque caballeros, después de todo, no hay que olvidar que los negros pelearon mucho".

Aun cuando la belladona y aun el mercurio ó el carbonato de cal merecen la preferencia en el tratamiento del hidrocéfalo agudo, es necesario no olvidar la brionia, pero antes del estado comatoso, pues se dirige su accion para combatir el derrame seroso y las demás alteraciones meningíticas.

Por las noches, cuando sentía miedo en la cama, impresionado por la enormidad del salón que le servía de alcoba, le bastaba hacer memoria de la soberana de Bizancio para olvidar inmediatamente sus inquietudes y los mil ruidos extraños del viejo edificio. «¡Doña Constanza!...» Se dormía abrazado á la almohada, como si ésta fuese la cabeza de la basilisa.

Tampoco debemos olvidar, ya que tratamos de la épica, los poemas cómicos, que, como La mosquea, de Villaviciosa; La gatomaquia, de Burguillos; Las necedades de Roldán, de Quevedo, etc., ofrecen mucha gracia y elegancia, y rivalizan con lo mejor de esta especie que han producido otras naciones. En este período ejercieron escaso influjo en la española las literaturas extrañas.

El segundo punto es que la pared de la casa que mira á la tierra esté tan bien abrigada, que haga olvidar el mar, y que al lado de aquel continuo torbellino puedan los moradores encontrar el descanso.

La distancia que los separaba era retrospectiva; estaba en los antepasados. La población creía que, en gracia de la belleza, el dinero y la brillante educación de la joven, el conde de Onís se hallaba en el caso de olvidar los doscientos gañanes que la habían precedido.