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Su orgullo parecía crecer en el misterio. En sus entrañas se había formado aquel mocetón hermoso, fuerte é inocente como los héroes de las leyendas. Todos los hombres conocidos en su vida anterior se empequeñecían y afeaban; eran seres inferiores, procedentes de otra humanidad, cuya existencia debía olvidar. De pronto, el accidente estúpido y ciego que hacía caer la noche sobre ella.

Lo otro, lo de Sevilla, fue un ensueño, un capricho loco, del que apenas me acuerdo, y que usted debe olvidar. El torero se levantó, aproximándose a la dama con las manos tendidas. En su rudeza no sabía qué decir, adivinando que sus palabras torpes eran ineficaces para convencer a aquella hembra.

Para mayor tormento del pobre muchacho, los dos viejos cínicos del cafetín hablaban a gritos, y por más esfuerzos que hacía, sus palabras le obsesionaban, le hacían olvidar su papel de poeta desesperado e infeliz, del que en el fondo se hallaba satisfecho.

Para justificar la existencia dramática de este elemento épico predominante, que, sin duda, perjudica á veces á la verdadera exposición dramática, es menester no olvidar la relación que con él tiene el espectador español: éste ama con pasión su poesía nacional, regocijándole oir también en el drama el sonido, para él predilecto, de sus cantos populares, pudiendo admitirse como cierto, aunque no nos sea posible aducir sobre esto un testimonio concreto, que los romances comprendidos en los dramas fueron siempre aplaudidos.

Nada me importa de lo que diga o haga: conozco su profunda afección y lo quiero en razón de sus nobles sentimientos. Estaba muy conmovido, hace poco, cuando se despedía... Yo sería, pues, una ingrata si mis relaciones de hoy, pudieran hacérmelo olvidar.

Esperó Clara toda la noche con mortal inquietud; pasó una hora y otra hora, y rezó todas las oraciones que sabía, sin olvidar las que le había enseñado doña Paulita. Su buen amigo no volvió hasta la mañana.

El arsénico, sin olvidar el carbon vegetal y el centeno cornezuelo, es el medio mas eficaz que se debe emplear, esterior é interiormente; con tanto mas motivo, cuanto que es el mas á propósito para modificar la fiebre y el estado general de un modo ventajoso.

Eres tan hipócrita como intrigantuelo y trapisondista repuso entre severa y amable. ¿Conque me tienes ley? ¿Por qué te portaste tan mal conmigo? Señora exclamé, haciendo aspavientos de respeto . ¡Yo portarme mal! ¡Si no podré olvidar nunca lo bien que estaba al servicio de Su Excelencia! ¿Quieres ser otra vez mi criado? me preguntó. Esta proposición cayó sobre como un rayo.

Su exasperación cesó de repente; pero sombrío y pensativo, guardaba el más profundo silencio con Teobaldo y conmigo. Parecía enteramente ocupado de un siniestro proyecto que absorbía toda su atención y le hacía olvidar a sus amigos. »Entretanto pasaban los días, y ya estábamos en la víspera del fijado para la realización del funesto enlace.

Y yo les doy mi palabra de olvidar en seguida lo que haya sabido. Tragomer y Vesín se estrecharon afectuosamente la mano. El vizconde encendió un cigarrillo y dijo con tanta calma como si se tratase de una expedición de placer: Como usted comprenderá, el negocio para nosotros es no asustar á los verdaderos culpables.