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Entonces es que Martí, desmadejado el cabello, los ojos fúlgidos y relampagueantes, el pecho henchido de orgullo, enardecido, arrebatado, impaciente por el sacrificio e inquieto por la emulación, invita a la carga a su ayudante Ángel la Guardia aquel fiero aguilucho caído en Victoria de las Tunas , aviva con las espuelas su noble bruto, y gozoso como un niño que ha crecido un palmo, y como si hubiera alcanzado a ver, reducido a la pequeñez de un montón de carne humana, todo el Gobierno de rencores, de insultos, de envidias, de mezquindades, de ambiciones, de la oligarquía esquilmadora que le vejaba su tierra, se echa sobre los rifles enemigos y cae acribillado a balazos, con la limpieza y majestad de un Dios, del brazo de la muerte que es inmortal, y coronado por la fulgente claridad del martirio y de la gloria.... Así terminó, así se obscureció para siempre, la lámpara pura y serena de aquel gran cerebro, «dictador de genio»; así dejó de latir aquel gran corazón, profesor de virtudes; así, entre chocar de aceros y estampidos de fusilería, pasó el gran Apóstol a ser huésped eterno de la suprema luz.

Así, el aristocratismo sabio de Renán formula la más explícita condenación del principio fundamental de la democracia: la igualdad de derechos; cree a este principio irremisiblemente divorciado de todo posible dominio de la superioridad intelectual, y llega hasta a señalar en él, con una enérgica imagen, «las antípodas de las vías de Dios puesto que Dios no ha querido que todos viviesen en el mismo grado la vida del espíritu» . Estas paradojas injustas del maestro, complementadas por su famoso ideal de una oligarquía omnipotente de hombres sabios, son comparables a la reproducción exagerada y deformada, en el sueño, de un pensamiento real y fecundo que nos ha preocupado en la vigilia.

Los demás huéspedes eran figuras secundarias, que presenciaban riendo las disputas de la mesa redonda, aventurando pocas veces su opinión y aceptando resignadamente la oligarquía de los seis que hemos enumerado, los cuales gobernaban la fonda a su talante, dictando al cocinero los platos y al dueño las horas de las comidas; los criados, que se renovaban a menudo, poníanse muy pronto al tanto de la existencia de este primer estamento, y empezaban a servir siempre por aquella parte de la mesa en que se situaba, lo que hacía montar en cólera a una señora viuda, ajamonada, que en las discusiones daba siempre la razón al oficial de marina.

Andando los tiempos, la clase mas alta del país habia constituido una aristocracia ú oligarquía intolerante y privilegiada, y para destruir su poder el pueblo emprendió una lucha tenaz, que se manifestó por revoluciones mas ó ménos incompletas y poco fecundas en 1830, 41 y 43, hasta triunfar definitivamente en 46.