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Todo eran dudas continuas, enlazadas cual esas olas mutuamente engendradas, y en que ninguna es la postrera.

En el choque de los masas líquidas, el agua del río se mezcla pronto con las olas del inmenso abismo, pero, aun después de confundida, trabaja todavía.

El puerto de la Guayra no es un puerto, ni cosa que se le parezca; es una rada abierta, batida furiosamente por las olas, que al llegar a los bajos fondos de la costa, adquieren una impetuosidad y violencia increíbles. Hay días, muy frecuentes, en que todo el tráfico marítimo se interrumpe, porque no es materialmente posible embarcarse. Por lo regular, el embarco no se hace nunca sin peligro.

Poco a poco, Bettina recobraba la ventaja sobre madama Scott, en el pensamiento de Juan. Aparecíasele risueña y ruborosa, en medio de las olas de oro de sus cabellos sueltos.

Tuviéron ámbos caminantes la osadía de dexarse arrastrar de las olas debaxo de esta bóveda; y el río, que en este sitio se estrechaba, se los llevó con horroroso estrépito y no vista velocidad.

Corresponde a nosotros, le dice, el sumergirnos en el tumulto de la actividad, en las olas eternas de la vida que el nacimiento y la muerte elevan y precipitan, rechazan y vuelven a traer. Nosotros estamos criados para trabajar en la obra que Dios nos manda y cuya trama cumple el tiempo.

También lo han hecho en el Utli; lo harán en otros, llevando sus cumbres, como si dijéramos, al nivel de la llanura. La locomotora pasará de valle en valle y por encima de los picos, como pasa un barco subiendo y bajando encima de las olas del mar.

El atalayero nos gritó que no fuéramos directamente hacia donde había zozobrado la lancha, sino dando la vuelta. Así lo hicimos. Realmente la tormenta era ruda; pero manejable; el viento soplaba siempre del mismo lado, sin cambiar apenas. El bote saltaba como un delfín sobre las olas.

Satisfecho de la diligencia y fortuna con que dejaba orillado este negocio, Bonis se detuvo, al salir del lugar, en un recodo del camino solitario, junto a un puente de madera que atravesaba el Raíces, riachuelo poético, sinuoso, que a la sombra de árboles infinitos corría al próximo Océano, sin gran prisa, seguro de llegar antes de la noche; y eso que el sol ya se había escondido tras de las olas que bramaban a lo lejos.

Esperad algo más, querido compañero, dijo el barón, porque si no he entendido mal, escapamos de un peligro para caer en otro. ¡Capitán! gritó en aquel momento el contramaestre ¡las olas se han llevado las velas que cerraban el boquete de babor! ¡El barco hace agua!