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Al volver á la vida exterior, la voz de Novoa seguía sonando con cierto misterio ante el obscuro horizonte, perforado arriba por las punzadas de las estrellas, ondeado abajo por la fosforescencia de las olas. El príncipe le había impulsado á hablar del mar como regulador y origen de la vida.

Un libro moderno de respetable volumen intenta demostrarnos que la luz del sol que baña nuestro planeta ha tomado cuerpo y se ha condensado en mesetas y montañas alrededor de la tierra. Otro afirma que la atracción del sol y de la luna, no contenta con levantar dos veces al día las olas del mar, ha hecho hincharse también á la tierra, y ha alzado las ondas sólidas hasta la región de las nieves.

Primeramente, tribus miserables y escasas vagaban por las costas, buscando el alimento de los crustáceos arrojados por las olas: una vida semejante á la de los pueblos rudimentarios que Ferragut había visto en las islas del Pacífico.

Mercurio se turbó, la gente estaba Suspensa al triste son, y en cada pecho El corazon mas valido temblaba. En esto descubrióse el corto estrecho, Que Scila, y que Caribdis espantosas, Tan temeroso con su furia han hecho. Estas olas que veis presuntuosas En visitar las nubes de contino, Y aun de tocar el cielo codiciosas.

La situación era, pues, desesperada, de naufragio irremediable, flotando los cuerpos entre las bravas olas, sin tabla o madero a que poder agarrarse. Por aquellos días, hizo la Benina prodigiosas combinaciones para vencer las dificultades, y dar de comer a su ama gastando inverosímiles cantidades metálicas.

En pocos minutos queda la carretera desierta. Los peones, que como es natural permanecen rezagados, escuchan algún tiempo el ruido de los coches, como un rumor distante de olas que se estrellan. Era ciego de nacimiento. Le habían enseñado lo único que los ciegos suelen aprender, la música; y fue en este arte muy aventajado.

Y las leyes de honor, las preocupaciones de la vida social todas, ¿qué eran al lado de las grandes y fijas y naturales leyes a que obedecían los astros en el cielo, las olas en el mar, el fuego bajo la tierra, la savia circulando por las plantas?».

Una barca desarbolada iba como pelota de ola en ola hacia la siniestra punta. La gente gritaba en la playa viendo a los tripulantes tendidos en la cubierta, anonadados por la proximidad de la muerte. Se hablaba de ir hasta la barca, de echarla un cabo, de atraerla a la playa; pero los más audaces, mirando las olas que se desplomaban llenando el espacio de polvo de agua, callábanse atemorizados.

Un hermano de las Oceánidas, el prudente Nereo, reinaba en las profundidades mediterráneas. Este hijo de Océano era de barbas azules y ojos verdes, con haces de juncos marinos en las cejas y el pecho. Cincuenta hijas suyas, las Nereidas, llevaban sus órdenes á través de las olas ó jugueteaban en torno de las naves, enviando al rostro de los remeros la espuma levantada por sus brazos.

No despertaron hasta después de las nueve de la mañana, precisamente cuando comenzaba a calmarse. Las nubes huían hacia el Norte, en dirección del estrecho de Torres y de Nueva Guinea o Papuasia, impulsadas por las últimas ráfagas, y un sol espléndido brillaba hacia la costa australiana, dorando las olas del golfo de Carpentaria, que aún seguían agitadas.