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6 [Y] anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab; porque tenía por mujer [a] la hija de Acab, e hizo lo malo en ojos del SE

Volviendo ahora los ojos á su oficio social, si así puede decirse, principio por no estar conforme con el nombre de Bolsa, aplicado al cambio oficial, cambio importado en Francia por el hacendista escocés Law, á fines del siglo XVII.

En vista de estas y de otras reflexiones, y de no pocos indicios y pruebas que vinieron después, el pobre Mutileder tuvo al fin que abrir los ojos, y que reconocer que Echeloría se había dejado querer, y hasta que pagaba a Salomón su cariño, queriéndole y siendo infiel y perjura a su Mutileder y a los juramentos hechos en Aratispi y en Churriana.

Los ojos del revolucionario se mostraron más lacrimosos y brillantes detrás de las gafas azuladas. ¡Mamá!... Su gesto, sonriente y bondadoso, se borró bajo una contracción de dolor. Era su única familia, y había muerto mientras él permanecía en el presidio.

No era, cuando allí llegó, más que un joven pálido, de ojos negros, salientes y miopes, cuya fisonomía no hubiera tenido nada de extraño para gentes de cultura y experiencia comunes; pero para los campesinos, entre los que había ido a establecerse, tenía algo de particular y misterioso que respondía a la naturaleza excepcional de su profesión, y a su llegada de una región desconocida, llamada «el norte».

Píntate en tu imaginación, hermano Mohamad, cuál se quedaría tu bellísima y tierna esposa al ver súbito delante de al jayán de ese descomunal Alafrit con su disforme estatura, casi doble que la de la novia, cuya descripción te he hecho; con sus ojos semejantes, cada cual al corral de Belet, si estuviese ardiendo con azufre; con los hornillos de sus narices iguales a dos caleras humeantes e hirvientes; con sus dos piernas de figura salomónica, cada una formada de dos enormes serpentones enroscados; con su barba tejida de breñales y raíces de antiquísimos árboles, y con otros primores de tal jaez.

Bien claro le leía Nieves esta trasfiguración en los ojos y en las actitudes, y se embebecía contemplándole así, segura de no ser observada por él, que llevaba toda la mar, toda la brisa y el barco entero y verdadero metidos en la cabeza.

»Apreciable persona seria: »Soy hombre y soltero. »Confieso francamente que el matrimonio me tentaba bastante y hasta iba a sacrificar en su altar, cuando el Destino misericordioso me inundó de luz colocando ante mis ojos dos inocentes frases llenas de consecuencias. »Una de ellas estaba concebida de este modo: »Serás demasiado feliz si no tienes mujer.

Pero de repente Quevedo hubo de despertar al contacto de una mano que le movía. Abrió los ojos, se los restregó, se desperezó, y... se encontró todavía á obscuras. Salid, don Francisco dijo la voz del alcalde Sarmiento.

14 si se humillare mi pueblo, sobre los cuales ni nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus caminos malos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. 15 Ahora estarán abiertos mis ojos, y atentos mis oídos, a la oración en este lugar;