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Si echamos una ojeada al Venceslas, de Rotrou, vemos que, por lo general, sigue el plan del drama español, y que todas sus situaciones más interesantes no reconocen otra fuente. Sin embargo, es preciso confesar que el poeta francés ha evitado, en parte, los defectos de su modelo, dejándolos á un lado, y especialmente que ha perfeccionado los caracteres.

Obedeció maquinalmente el doctor, abrió la carta y después de leerla de un tirón alargóla a su sobrina que con un gracioso ademán la rechazó y le dijo: ¿Para qué, tío? ¡Si ya me imagino lo que dice! ¿Sólo palabras ha visto usted en esa carta? preguntó con viveza Antonia arrebatándosela y devorándola de una ojeada.

¡Germana! ¡Vamos, pobre amigo mío, piense usted en lo que dice! ¡Germana! ¿Ha muerto la señora de Villanera? La señora de Villanera es Honorina. Va a casarse con el conde. Tome usted, aquí tengo la carta. Pero, ¿qué piensa usted de la conducta de Honorina? El barón leyó de una ojeada la carta del doctor. ¿Hace mucho que sabe usted eso? preguntó. Desde esta mañana, cuando iba a casa de Honorina.

Ella no había entendido gran cosa; la letra era de rasgos desordenados y fantásticos y además estaba en francés. Pero las pocas palabras que había podido adivinar, y más que esto, su instinto femenil, la hicieron comprender desde la primera ojeada que era una carta de amor, escrita con el mayor desenfado. ¡Qué asco!

Lo demás ya lo conoce usted, pues pertenece al radio en que nos movemos. La cubierta llamada de salón, porque en el lado de proa tiene el salón-comedor, y después de el los camarotes de lujo, y las cocinas de las gentes de primera, con la repostería, la panadería, las bodegas y frigoríficos para el servicio diario. Yo voy siempre después de media noche a echar una ojeada a la cocina.

Dejó caer el paquete al suelo y dirigió la vista a lo lejos, a los confines del horizonte. Clementina deshizo el paquete. Después de echar una ojeada de curiosidad a sus cartas, esmeradamente conservadas en los sobres, hizo con ellas un montoncito. Aguardó un instante a que Raimundo volviese la cabeza, y viendo que no lo hacía, le dijo: Dame un fósforo.

Períodos capitales. El Derecho pre-histórico. Derecho oriental; ojeada general. Los indos. El pueblo zendo. China. Egipto. Los hebreos. Derecho musulmán. Apéndices. El tomo II consta de 464 páginas, y contiene: Historia del Derecho en Grecia y Roma: Diferencia entre ambos Derechos. Derecho griego. Derecho romano. Juicio histórico y filosófico.

Se calló. Acababa de ver el estudio de la virgen del bordado y le examinaba con aire cuidadoso. De una ojeada había reconocido el terraplén de la quinta del tío Guichard, en el que había jugado durante toda su infancia. Y en aquella joven inclinada hacia la callejuela y rodeada de follaje, volvía á encontrar á la desposada cuya cara había cambiado Mauricio por un repentino capricho. ¡Una extraña coincidencia, verdaderamente, y muy á propósito para alarmar á Roussel!

Para tomar un baño contestó la maestra lanzando una ojeada a su sucia persona con gran indignación. De pronto, con infinito contento de doña María, Sandy se quitó la levita y chaleco, tirolos al suelo, se arrancó las botas, y con la cabeza hacia adelante arrojose precipitadamente por la cuesta abajo en dirección al torrente. ¡Virgen santa! ¡Este hombre va a ahogarse! dijo doña María.

Otras veces el estremecimiento eléctrico le daba la señal, como si le dijera: "Ester, ahí tienes una compañera," y al alzar los ojos, veía á una joven doncella que contemplaba la letra escarlata, á hurtadillas, y se alejaba rápidamente con un ligero rubor en las mejillas, como si su pureza se hubiera empañado con aquella ojeada instantánea.