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Sintió necesidad de ver inmediatamente los establos con sus animales vacunos; luego echó una ojeada á las cuadras vacías. La movilización se había llevado sus mejores caballos de labor. Igualmente había desaparecido su personal. El encargado de los trabajos y varios mozos estaban en el ejército.

Esta suposicion no es arbitraria: hasta cierto punto la vemos realizada todos los dias, aunque en escala menor; un geómetra vulgar tiene el concepto de una curva como lo tenia Pascal: en este mismo concepto el geómetra vulgar ve las propiedades de la misma con largo trabajo, y limitándose á las comunes; Pascal veia las mas recónditas poco menos que de una ojeada.

Que la boda no era de gentes del gran mundo, conocíase a tiro de ballesta, a la primer ojeada. No hay duda que los desposados podían alternar con la más selecta sociedad, al menos por su aspecto exterior; pero la mayoría del acompañamiento, el coro, pertenecía a la clase media, en el límite en que casi se funde con la masa popular.

Un lindo cuerpo de seda azul pálido, moldeaba mi talle; y mi cabello, más cuidadosamente ondulado que de ordinario, realzaba mi modesta fisonomía. Una ojeada al espejo me dijo lo que yo sabía, es decir, que con menos de mis 28.600 pesos tendría aún alguna probabilidad de gustar a un pretendiente que no fuese ciego.

Voy a establecer mi cuartel general en el hotel de la Corona; si queréis beber, venid con nosotros. Gertrudis y Juan cambian una rápida ojeada de inteligencia; después dan las gracias, de común acuerdo. Entonces, adiós, hijos míos; y divertíos mucho. Y se aleja. Jamás lo he visto tan contento dice Gertrudis riendo.

Madama Fonteral cogió la escalera, balbuceando palabras que no comprendimos, y mi Ana y yo nos dirigimos una ojeada, como si nos quisiéramos decir: ¡qué excelente mujer! Desde este dia, miramos á Madama Fonteral con un verdadero y entrañable cariño. Tal vez esa pobre lechera es la persona á quien más queremos en Paris.

Y aquí, sin duda, debemos echar una ojeada á los asuntos de estas producciones, únicas en su especie, de una vida poética lozana, tan acomodados á la acción dramática y aptos ya para servir de base principal á este objeto.

¿La has visto? ¿A quién? balbució el teniente Baltasar, que fingía considerar con suma atención la punta de sus botas, por no encontrarse con la ojeada investigadora de Josefina. ¿A la chiquilla del barquillero... a la cigarrera? ¿Cuál? ¿Era esa que pasaba? contestó al fin aceptando la situación. , hombre, ésa.... ¿Qué tal? ¿Tengo buen ojo?

Resolví, pues, detenerme en Zenda, pequeña población a quince leguas de la capital y a cinco de la frontera. El tren en que yo iba, llegaba a Zenda aquella noche; podría pasar el día siguiente, martes, recorriendo las cercanías, que tenían fama de muy pintorescas, dando una ojeada al famoso castillo e ir por tren a Estrelsau el miércoles, para volver aquella misma noche a dormir a Zenda.

Y es que hay cosas que mas bien se sienten que no se conocen; las hay que se ven pero no se prueban, porque hay relaciones delicadas, hay minuciosidades casi imperceptibles, que no es posible demostrar con el discurso á quien no las descubre á la primera ojeada; hay puntos de vista sumamente fugaces, que en vano se buscan por quien no ha sabido colocarse en ellos en el momento oportuno.