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26 mas no me oyeron ni inclinaron su oído; antes endurecieron su cerviz, e hicieron peor que sus padres. 27 , pues, les dirás todas estas palabras, mas no te oirán; aun los llamarás, y no te responderán. 28 Les dirás por tanto: Esta [es] la gente que no escuchó la voz del SE

¿Y no oirán los piratas los tiros? Sin duda, Horn; y subirán en seguida río arriba; pero no vamos a dejar que nos devoren los cocodrilos por miedo a los piratas. Apenas podamos movernos, o, mejor dicho, apenas pueda moverse la embarcación, nos refugiaremos en los bosques y allí estaremos seguros. ¡Atención! ¡Ahí están los cocodrilos!

Profética la mente ve otros dias En que se oirán sublimes armonías Bajo el domo que habremos de elevar No habrá tiranos, ni sangrienta guerra, Tierra de promisión será esta tierra, Norma de la aflijida humanidad.

19 haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el mal de en medio de ti. 20 Y los que quedaren oirán, y temerán, y no volverán más a hacer una mala cosa como ésta, en medio de ti. 21 Y no perdonará tu ojo; vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.

Todo estaba previsto... Debía entregar el mando al verdadero dueño de la goleta: un miedoso que se había hecho pagar muy caro el alquiler del buque, pero sin atreverse á poner en riesgo su persona. En la cámara estaban los papeles en regla para justificar esta navegación. Salude en mi nombre á las señoras... Dígales que pronto oirán hablar de nosotros. Vamos á hacernos dueños del Mediterráneo.

7 Les hablarás mis palabras, mas no oirán ni cesarán; porque son rebeldes. 10 Y lo extendió delante de , y estaba escrito delante y detrás; y había escritas en él endechas, y lamentaciones, y ayes. 1 Y me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallares; come este rollo, y ve y habla a la Casa de Israel. 2 Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo.

La otra noche no pude dormir pensando en lo que usted me contó de su vida en París: aquellas tardes de los domingos, tan hermosas, corriendo después de almorzar, unas veces a los conciertos de Lamoreux, otras a los de Colonna, dándose un hartazgo de sublimidad... ¡Y yo aquí encerrado, sin otra esperanza que dirigir alguna misita rossiniana en las grandes festividades...! Mi único consuelo es leer música, enterarme por la lectura de las grandes obras que tantos tontos oirán en las ciudades dormitando o aburriéndose.

Ya no irá á despertarlos en su lecho La brisa matinal embalsamada, Ni oirán cantar en su pajizo techo El gallo anunciador de la alborada. Ya no recibirán junto á su hoguera De la esposa solícitos cuidados, Ni sus hijos despues de larga espera En sus rodillas se verán sentados.

Tu madre tiene la llave; cuida de que nada sospeche. La puerta está rota a medias; acabaré de romperla... Te oirán de abajo... ¡Están demasiado divertidos! replicó Roberto con risa aguda. Ven, vamos juntos.

Dejemos esto: oigo la campana de Bussieres que toca el Angelus; vale más rogar que escribir. Secaré mis lágrimas y diré, para sola, aquel rosario al cual mis pequeñuelas respondían siguiéndome otras veces, y que oirán hoy solamente los gorriones que se acuestan debajo de las hojas o en las grietas de las piedras.