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Echáronnos, en entrando, a cada uno dos pares de grillos y sumiéronnos en un calabozo. Yo, que me vi ir allá, aprovechéme del dinero que traía conmigo y, sacando un doblón, díjele al carcelero: -Señor, oígame V. Md. en secreto. Y para que lo hiciese dile escudo como cara. En viéndolos, me apartó. -Suplico a V. Md. -le dije- que se duela de un hombre de bien.

Pero en seguida, con un aire de gran resolución, acercándose más a Muñoz, le habló en voz baja, insinuante, una voz que no parecía la suya. Óigame... Todo lo anterior, lo que ha sucedido en estos últimos meses, ha sido farsa, pura coquetería de mi parte, por ver si usted de veras me quería. Tal vez lo hice inconscientemente.

Todo lo cual prueba que nuestros dragones de España han rechazado al enemigo en la carretera de Senones y que éste teme verse envuelto por Schirmeck. Por lo tanto, no comprendo, Catalina, la razón de su inquietud. Y como Hullin la mirase con aire interrogativo, la labradora dijo: Usted va a reírse de , pero óigame: he tenido un sueño. ¿Un sueño? ; el mismo que tuve en «El Encinar».

Yo fuí, y así fué Guimarán conmigo, solos, y hallamos á Juan Andrea y á Plinio en la cámara de popa de su galera, que á mi parecer sería á hora y media ó dos de noche, y entrando que entramos en la cámara dijo Juan Andrea suso: «Leva, vamosYo le dije: «Óigame V. S. primero, porque no vengo para poderme ir desta manera; y contéle lo que había pasado con los alemanes y lo que con ellos había tratado, y pedíle los esquifes.

De pronto ella, dando, sin saberlo, pie al médico para que dijese lo que tenia pensado, le preguntó: ¿Estará V. aquí todavía mucho tiempo? No; iré a Madrid muy pronto. Y al mismo tiempo, fijando en Julia la mirada, se permitió cogerle familiarmente una mano, y como quien está resuelto a no callar, continuó: ¡Por lo que V. ame más en el mundo!... óigame V. un instante.

No acostumbro tolerar que nadie se burle de , milord dije, creyendo efectivamente que era objeto de burlas. Caballero repuso fríamente el inglés , no tardaré en probar a usted que una extraordinaria conformidad entre su carácter y el mío ha engendrado en vivísimo deseo de entablar con usted sincera amistad. Óigame usted un momento.

Pues... ayudaba á vuecencia contra la reina, y al conde de Olivares contra el duque de Uceda y contra vos, y al duque de Uceda contra vos y contra el conde de Olivares, y traía enredado á todo el mundo, de cuyo enredo ha resultado el lance que le tiene en el lecho mal herido, y un delito horrible. ¡Un delito!... Oigame vuecencia y llegaremos á ese delito. Seguid, seguid.

Óigame aún durante un minuto. Tengo que dar á usted algunos datos complementarios. En primer lugar Jenny no está ya en América, sino en Inglaterra. ¡En Inglaterra! ¿Está cantando? Está en Londres, en el Princess-Theâtre. Lo he leído estos días en los periódicos.

Y segundo, porque usted, mi joven amigo, es perfectamente incapaz de pretenderla, después de lo que va a oir. Oigame: La conocí hace diez años, y durante los seis meses que fuí su novio, hice cuanto me fué posible para que fuera mía. La quería mucho, y ella, inmensamente a . Por esto cedió un día, y desde ese instante, privado de tensión, mi amor se enfrió.

Pero a mi vez el demonio de la locura me arrastró tras aquel ¡y dale! burlón, a una pregunta que nunca debiera haber hecho. Oigame, María Elvira me incliné: ¿Vd. no recuerda nada, no es cierto, nada de aquella ridícula historia? Me miró muy seria, con altivez, si se quiere, pero al mismo tiempo con atención, como cuando nos disponemos a oir cosas que a pesar de todo no nos disgustan.