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El bilioso ex oficial le saludó muy finamente, le preguntó por toda su familia, y se fué enterando con amabilidad de la salud de cada uno de sus miembros.

No por otra razón, a mi juicio, sino porque es el más valiente oficial de caballería que tiene la República Argentina; es el general argentino y no el general europeo; las cargas de caballería han hecho su fama romanesca.

Mi primera intención, cuando vi que se trataba de trasbordar, fue correr al lado de las dos personas que allí me interesaban: el señorito Malespina y Marcial, ambos heridos, aunque el segundo no lo estaba de gravedad. Encontré al oficial de artillería en bastante mal estado, y decía a los que le rodeaban: «No me muevan; déjenme morir aquí».

Al llegar á este punto, uno de los de la reunión que, por lo visto, tenía noticia del mal talante con que el joven oficial se había resignado á acomodar su gente en la abandonada iglesia, le dijo con aire de zumba: Y á propósito de alojamiento, ¿qué tal se ha pasado la noche en el que ocupáis?

Los dos primos se contemplaron con una curiosidad no exenta de recelo. Les ligaba un parentesco íntimo, pero se conocían muy poco, presintiendo mutuamente una completa divergencia de opiniones y gustos. Al examinar Argensola á este sabio, le encontró cierto aspecto de oficial vestido de paisano.

Sólo quedaban algunos tripulantes, y el mismo oficial que le había hablado corría ahora de una borda á otra, dando órdenes en el vacío. ¿Qué hace usted aquí? le preguntó severamente . Embárquese en seguida. El buque va á hundirse en unos minutos. Así era.

La ligera intranquilidad de los «clubmen» ha desaparecido con la presencia de la representación oficial. Un rumor sordo, de muchedumbre lejana, llega de las tribunas populares a las del Jockey: un vocerío compacto de emoción, de alegría, de ansiedad, al ver cruzar los corceles alígeros, raudos como flechas disparadas por arcos a máxima tensión.

El único que protestó fué Labarta. «¿Marino?... Sea en buen hora; pero marino de guerra, oficial de la Real Armada.» Y el poeta veía su ahijado revestido de los esplendores de una bélica elegancia: levita azul con botón de oro todos los días, y en las fiestas casaca de galones y vueltas rojas, sombrero de picos, sable... Ulises levantó los hombros ante tales grandezas.

En primer lugar, necesita vuesa merced ropas blancas de Cambray: esto es lo menos, hailas hechas dos puertas más abajo. ¡Antonio! Apareció un joven con un mandil de cuero, á todas luces oficial de platería.

Es como si dijéramos, la sepultura de la mitad de la fortuna de cabezang-Goyo. La mesa oficial se sabe tiene mantel por las caídas, pues lo que cubre la tabla está completamente lleno de cuanto produce la India y los establecimientos de Europa.