United States or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


Entonces, no sólo pensó en que iba a perder en la estima de usted, sino que temió también ser causa de otros males al empujar a dos hombres a odiarse, probablemente a matarse. Ferpierre había hablado con mayor dureza aún, cual si el hombre que se hallaba en su presencia fuera el acusado, no el acusador.

Y de esta manera, hasta en ese desierto cuya soledad hubiera debido amistarlos, esos dos salvajes, tan ignorantes y sencillos uno como el otro, esos dos boyeros de Teócrito, que solamente una vez cada año van a la ciudad, y a quienes los cafetuchos de Arlés, con sus dorados espejos, les deslumbran como si contemplasen el palacio de los Tolomeos, ¡las opiniones políticas les ha proporcionado una razón para odiarse!

Y cada uno se decía: «¿Qué sucede a los hombres para destruirse de esta manera, para atormentarse, para destrozarse, para arruinarse así? ¿Qué se han hecho para odiarse de tal modo? ¿Qué espíritu, qué impulso feroz les anima, si no es el mismo espíritu del mal

Desde entonces he tenido ocasión de ver, en otro clima distinto al de Francia, cómo disminuye la hostilidad repentinamente entre enemigos que acaban de despojarse de sus vestidos, con los cuales han adquirido la costumbre de verse y odiarse.

Solas y teniendo que vivir en incesante contacto, acababan todas ellas por odiarse, como los pasajeros encerrados en un buque durante largos meses. Además, sus hombres las habían acostumbrado al uso del café, bebida de navegantes, y buscaban engañar su tedio con sendas tazas del espeso líquido. Todas tenían los ojos empañados por un vapor histérico.

Todos tenemos dos patrias: el lugar donde nacimos y el Estado de que forma parte. ¿Por qué no ensanchar generosamente esta concepción con una tercera patria? ¿No llegará una época bendita en que los hombres se hablen de semejante á semejante, sin pensar en si la Historia les ordena odiarse y matarse?... ¿Amando mucho á su tierra natal no podrán ser al mismo tiempo ciudadanos del mundo?...

Si las leyes que gobiernan las sociedades no hacen felices a éstas, la culpa no es de los hombres que las dictaron. Otros hombres tampoco podrían dictar más que leyes humanas, esto es, defectuosas e ineficaces. Odiarse y combatirse por disciplinar de diverso modo el dolor a que la humanidad está condenada, es propósito de locos.