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Goethe, Schiller, Beethoven, fueron súbditos de pequeños principados. Recibieron la influencia de otros países, contribuyeron á la civilización universal, como ciudadanos del mundo, sin ocurrírseles que el mundo debía hacerse germánico porque prestaba atención á sus obras. El zarismo había cometido atrocidades.

Habían visto cosas extraordinarias, salvando dificultades no creíbles, y se sentían gordos, orgullosos y facultados para tomar la decisión más estrafalaria que ocurrírseles pudiera. En este estado de énfasis, vieron a cien metros de ellos varias vacas detenidas a orillas del camino, y encaminándose allá llegaron a la tranquera, cerrada con cinco robustos palos.

Para ellos no había conserje, cargos ni títulos dignos de su consideración, y pasaban por en medio del mismísimo claustro de profesores, sin ocurrírseles llevar la mano á la visera por vía de saludo. Sólo temían y respetaban, y hasta querían, á su propio catedrático, el que ya no existe, don Fernando Montalvo.

Habían pasado ante los casinos, donde estaban los ricos, los verdaderos enemigos, sin ocurrírseles más que dar voces, temiendo romper los cristales que eran su única defensa. Sólo servían para asesinar a un niño, a un trabajador como ellos, a un pobre zagal de escritorio, que ganaba dos pesetas y tal vez mantenía a su madre.

Los dos habían pasado varios años aquí, viendo á todas horas la roca que lleva en su lomo la vieja ciudad de los príncipes, pero como si fuese una pintura de telón de fondo, sin ocurrírseles nunca llegar hasta ella. Alicia recordaba vagamente una visita al palacio del soberano y otra al Museo Oceanográfico, sin poder dar forma á sus impresiones.

Pero Aresti conocía de larga fecha estos recibimientos; el furor que acometía á todos por estar enfermos apenas le veían, sin ocurrírseles bajar al hospital más que en casos de extrema gravedad. Y seguía adelante sonriendo á unas, contestando á otras alegremente, precedido por el pinche zamorano que volvía la cara como si temiese verle secuestrado por el grupo de comadres.

Algunos de ellos, que casi eran unos niños, llevaban en el bolsillo el cuaderno de ingresos y gastos, apuntando hasta los cinco céntimos de un vaso de agua en una estación. Sólo se trataban con gentes ricas para aceptar sus obsequios, sin ocurrírseles jamás convidar a nadie.

§ I. Historia. Planta de la familia de las solanáceas, de Jussieu, y de la pentandria monoginia, de Linneo. Al principio de este siglo la belladona estaba casi olvidada, á pesar de la importancia que se la habia dado en la terapéutica. Su poderosa accion fué el motivo que desvió á los médicos de usarla, por no ocurrírseles el atenuar sus dósis.